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Manos y pies. Y corazones y pulmones. Héroes. Txapelas y Copas. Si encontrar y contar se quisiera el rastro y el rostro de esta actualidad ... en la que vivimos, habríamos que obedecer a esa voz que nos invita a girar la vista y fijarla, como en búsqueda de milagro, en los lugares donde fermenta, a vivo estruendo acaso, o quién sabe si con sudor tan goteante de entrenamientos llevados a cabo por esos héroes que nunca cesaron en sus trabajos tan duros.
¿Que quiénes son esos héroes? En la mañana en que esto escribo lo hago un tanto asediado por pisadas deportivas que, como trasluz de la realidad servido en espejo popular, exigen atención especial si quisiérase dar cuenta de qué es ese algo que a la gente de este lugar más les ocupa, que yo diría que, en pasado tan reciente como ayer mismo, el homenaje tan merecido a un hombre que, con una pelota en sus manos señoreó durante décadas de años en los frontones más renombrados y de la más excelsa categoría, es decir, el reconocimiento popular, por medio de la adoración casi, de las excepcionales virtudes mostradas a través de sus miríficas manos (especialmente la de su izquierda en su inimitable gancho) y prodigándose en esa especie de 'entente cordial' de cuantioso río de amor que se ha establecido en pueblo e hijo de tal pueblo, volcado este último a la hora de su relación con una serie como de juegos malabares de su entrega digamos que a manera de coros, danzas, regalos de todo tipo y, como más significativo de estos el del mayor entorchado: ése que cubre la testa del héroe, el de la txapela, cruz y raya de todo lo más majestuoso que pudiera ofrecerse en este terreno de los deportes que entre nosotros se practican y se prodigan, que es aquí, donde la memoria me da como un drible y me hace recordar algunos de los versos del gran Rubén, de cuando 'bajo el pórtico blanco de Paros,/y en los boscajes de frescos laureles/ Píndaro diole sus ritmos preclaros,/diole Anacreonte sus vinos y mieles'.
En segundo lugar, y a parecido nivel de interés social me parece que pondría yo el atractivo y magia de una carrera pedestre de más bien largo recorrido entre Behobia y San Sebastián que, después de algún tiempo de queda por culpa de ese bicharraco que parece que vuelve ahora en sexta oleada, ha resucitado con mayor interés que nunca para los muchos valientes que este pasado domingo comenzaban su hazañosa carrera de veinte kilómetros carretera adelante, que si uno se acuerda de haberlos corrido no podré decir que igualmente, puesto que mucha distancia se establece en recorrerlo a zancada abierta o sobre vehículo cualquiera, es decir el alma en resoplidos se diría o bien arrellanados en cómodo asiento, que cuando hecho la mirada atrás ya que futuro no tengo excepto el que comienza en Polloe, diría que, como nunca me ha gustado jugar pienso que, de haber soñado tomar parte en la Behobia-SS, el puesto que me reservaría para mi clasificación final, y como gran marca, sería el del último de los veinticinco mil trescientos ochenta participantes (que con mi inserción en la lista ya seríamos tantos) en llegar a la meta, y eso en el caso de que mi averiado oído pudiera oír el pistoletazo de salida, de inmediatamente ponerme yo también a moverme viendo moverse a los demás, pero dejándoles ir tan ágiles con la tanta envidia que supondría para mis piernas ahora tan de miserable trapo, recordando (eso sí) cada lugar con su lujo y lujuria correspondiente, paso a paso los distintos lugares que ha mucho, sin duda, tan bien los conocía y me ofrecen y me ofrecerán hasta in saecula saeculorum su hervor de anecdotario, lugares todos que, al hacer ahora un repaso en 'kilómetro a kilómetro', la recogida de instantes, de amores, de recuerdos, de tiempos, resulta ser superabundante con sus diezmos y primicias correspondientes, es cierto, que es seguro que, nada más acercarme al lugar de salida, me acordaría de aquel viaje que hice acompañándole a Victor Hugo en su 'Viaje de París a Pasajes' (Revista Oarso), que 'fue dejando abundantes notas que se detiene en la muga de Behobie y suelta aquella consideración de gramática comparada, acompañada de una cita báquica de Scaliger, aquella que dice que: 'Felices populi quibus Vivere est Bibere'. En la Isla de los Faisanes, su observación es irónica y comparativa, igualmente: «No hay faisanes en la Isla de los Faisanes; a lo más una vaca y tres patos, sin duda comparsas alquilados para hacer el papel de faisanes para los visitantes. Esto ocurre, poco más o menos, en todas partes: en París, en el barrio de las Marismas, no hay marismas; en el Paseo de los Tres Pabellones, no hay pabellones; en la calle de las Perlas, no hay más que campesinas; y, en la Isla de los Cisnes, sólo se ven zapatillas anegadas y perros destripados'.
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