De mayor, gato
El oficio de vivir ·
Siendo los felinos maestros del buen vivir, ¿qué mejor tutor para una personita en ciernes?Secciones
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Siendo los felinos maestros del buen vivir, ¿qué mejor tutor para una personita en ciernes?De niño, Erik no aspiraba a hacerse astronauta o bombero sino que quería ser gato. Su referencia y modelo era 'Pushkin', un común europeo con el que jugaba, comía y dormía. Aunque las visitas flipaban cuando el chiquillo arrancaba de pronto a maullar, bufar o ... a trepar a cuatro patas por las jambas, nosotros lo aceptábamos como parte de su proceso formativo: siendo los felinos maestros del buen vivir, ¿qué mejor tutor para una personita en ciernes?
Los gatos viven como gatos, sin buscarse cinco pies a sí mismos. Si se les antojara compartirnos su visión del mundo (algo imposible dado su altiva indiferencia), seguro que nos proporcionarían un puñado de buenos consejos contra la ansiedad. En su magnífico 'Filosofía felina. Los gatos y el sentido de la vida', el profesor John Gray imagina cuáles serían sus diez lecciones para una vida mejor. La primera: no pidas a un humano que sea razonable ni a un gato que se haga vegano porque, contra lo que se cree, unos y otros somos básicamente irracionales. La segunda: haz buen uso del tiempo, inviértelo en aquello que te sea de utilidad y goce. Tres, todos nos vamos dejando pelos en la gatera, pero no te mortifiques, a ver si de tanto lamerte las heridas acabas despellejándote.
El amor universal no existe; empatía, cordialidad y elegancia en el trato son fuentes no menos dignas de ronroneo. Lleva las uñas guardadas, pero siempre afiladas por si alguien intenta ponerte un cascabel. Quinta pista felina: si en vez de andar siempre en busca de la plenitud te dedicas a lo que más te llena, puede que acabes encontrándola. Sexta, te equivocas creyendo que puedes planificar tu vida como un guion de película porque todo es incierto; haz de ella un ejercicio diario de improvisación. Siete, a menudo las cosas más interesantes se agazapan en la oscuridad; piérdele el miedo. Ocho, duerme como un gato, por puro placer. Nueve, quienes te prometen la felicidad solo tratan de rebajar su infelicidad a tu costa (¡cuántos mininos 'padecen' el cariño de sus amos!). Y diez, si no puedes vivir gatunamente sin querer nada más allá de la vida que estás viviendo, no te inquietes: el mercado está lleno de bagatelas que te ayudarán a sobrellevar la sensación de vacío.
El niño Erik no iba descaminado deseando hacerse gato, animal dotado de virtudes e incluso de una ética nacida de la costumbre que por su desapego tiene algo de ideal zen. Ello les libra de engañarse a sí mismos con el cuento de las siete vidas: con una basta si se sabe aprovechar.
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