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En nuestras sociedades democráticas basadas, teóricamente, en la práctica de la libertad individual y social no es real que toda la ciudadanía participe con las mismas posibilidades para con todos los bienes y oportunidades ni que todos seamos iguales. Las desigualdades personales y grupales, la ... diversidad de las oportunidades que la vida ofrece, las relaciones de todas clases que entretejen la vida social son generadoras muchas veces de diferencias, desigualdades e injusticias a veces sonrojantes. Diferencias sociales que exigen de la solidaridad imprescindible en una sociedad que se dice coherente corresponsablemente con la dignidad de las personas. Desigualdades personales y diferencias sociales que en ningún caso han de impedir la satisfacción real y práctica de los Derechos Humanos de todas las personas, ya que sin ellos carecería de sentido hablar de dignidad humana. En otro orden de cuestiones se trata de impulsar tanto la solidaridad para con el más vulnerable social como el respeto al distinto a uno mismo, implementar el reconocimiento de su valor y sobre todo de esa su dignidad, y entre ellas su derecho a no quedarse atrás socialmente y/o su derecho a ser diferente en su forma de pensar, sentir y actuar. Ese derecho a la igualdad de oportunidades y al respeto al diferente que reivindicamos ha de llevar al reconocimiento de que el otro o la otra, pudiera disponer y disfrutar de la misma libertad e igualdad de oportunidades que para nosotros reivindicamos. Y ello aunque desde nuestro punto de vista unos y otros pudieran ser consideradas como sospechosamente perjudiciales y contrarios a nuestros supuestos intereses, maneras de ser y apreciaciones.
Por ello habrá que seguir insistiendo con más ahínco, si cabe, en la necesidad de educar a nuestros jóvenes en la empatía, igualdad, justicia social, tolerancia, dignidad de la persona y el respeto, en el saber convivir con quienes son distintos de uno mismo aún cuando ese respeto a su libertad e igualdad de oportunidades pudieran ser vistas como potencial riesgo a lo previsible y ya conocido. Porque el posible temor ante la percepción de la dignidad, igualdad de oportunidades y libertad de ser del 'otro' como un potencial riesgo para 'mi' no debería nunca desembocar en una apriorística intolerancia defensiva sino en la empatía emocional de consolidar valores, convicciones o incluso intereses que cada uno habrá de desarrollar desde la afirmación del propio derecho a ser uno mismo, desde sí mismo y desde la justicia social. Tolerancia y respeto, dignidad y empatía, justicia social e inclusividad como principios de enriquecimiento personal y social. Habrá que tratar pues de superar toda visión temerosa y de prevención y guiarnos por el valor de la diversidad y la solidaridad, la equidad y la igualdad descubriendo la necesidad de una exigencia natural íntima para con una condición humana que engloba y cobija al conjunto de todas las personas sin excepción por encima de cualquier otra consideración. Todos hemos nacido con los mismos derechos y oportunidades, todos somos iguales y diferentes.
La sociedad es el espacio público en el que se compite y en el que cada persona intenta salir adelante y hacer reales y operativos intereses propios que deben desarrollarse dentro de las reglas que serán las que deben de asegurar un, digamos, buen y justo funcionamiento. Buen y justo funcionamiento que no elimina las tensiones entre aquellos ciudadanos diferentes que buscan intereses y objetivos que en ocasiones pudieran ser coincidentes, pero que a veces también, y en algunos niveles divergentes, pudieran ser también contrapuestos e incluso excluyentes. Tensiones que pudieran ser valoradas positivamente como fuente de avance y de progreso colectivo, o por el contrario generar situaciones injustas para con los más vulnerables socialmente. Y por ello no se debe ignorar y menos desdeñar el costo social y/o personal de quienes salen perdedores en este tensionamiento competitivo en el que interaccionan habilidades personales, (des)igualdades de oportunidad de origen, recursos propios o no, influjo de grupos diferentes, relaciones sociales diversas y dependencias desiguales. Por desgracia las diferencias en la búsqueda de objetivos, intereses y estrategias pueden producir situaciones de injusticias flagrantes tanto personales o colectivas, y ello a pesar de las medidas correctoras que el sistema deba introducir, o introduce, por medio del ejercicio de la autoridad pública en las políticas estructurales económicas, sociales, solidarias, educativas, culturales y de género.
Siendo el objetivo mejorar lo presente, y debiendo educar para ello a nuestro alumnado (es decir al mismísimo futuro porque el futuro sí es educable) implementando tanto su empatía como su capacidad crítica, solidaria, autosuficiente y preparada, la primera reflexión a plantearse es la obligación y decisión de seguir insistiendo en nuestras aulas vascas en recorrer con esperanzadoras expectativas el logro de una sociedad a futuro más equitativa e inclusiva, más respetuosa con la diversidad y la dignidad de la persona, más tolerante y solidaria, más inclusiva e igualitaria, más justa. Y ello porque estoy convencido de que intentar mejorar lo presente pasa inevitablemente por educar a un futuro que ya está aquí, entre nosotros.
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