Melancolía y vitalismo
Giputxirene ·
Se ha hablado mucho de la utilidad de lo inútil, y no está de más volver sobre esta cuestión en una sociedad en la que nada se mueve a menos que asegure alguna rentabilidadSecciones
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Giputxirene ·
Se ha hablado mucho de la utilidad de lo inútil, y no está de más volver sobre esta cuestión en una sociedad en la que nada se mueve a menos que asegure alguna rentabilidadCondenado a muerte por delitos de corrupción de menores y de impiedad, Sócrates esperaba en la celda la hora de su ejecución ensayando un aire ... nuevo a la flauta. Sus discípulos, atónitos, le preguntaron de qué le serviría aprender una melodía en tales circunstancias, a lo que el filósofo respondió: «Me servirá para tenerla sabida cuando muera».
Esta anécdota, entre histórica y apócrifa, ilustra sobre el valor de la vida por sí misma y del aprovechamiento de lo que, calculado en economía del tiempo, aparentemente no lo tiene. «Si debiéramos suprimir de nuestras vidas todo lo que es frívolo e inútil, quedaría tan poco que casi no valdría la pena estar viva», certificó Madeleine de Scudéry, una 'preciosa' del XVII que usaba el lenguaje como un pincel con el que embellecer cualquier instante.
Se ha hablado mucho de la utilidad de lo inútil y nunca está de más volver sobre esta cuestión en una sociedad en la que nada parece moverse a menos que asegure algún tipo de rentabilidad. Hasta el arte contemporáneo, dedicado a la pura exploración de los lenguajes estéticos, hoy se juzga conforme a los más altos precios al mismo tiempo que su valor cae a lo más bajo.
Admitir gayamente la infructuosidad de nuestros desvelos empuja al 'amor fati', a la aceptación de un destino en el que cuanto no nos mata nos hace más fuertes. Sin embargo, esta actitud heroica tiene su simetría en el desmayo de la voluntad ante la infinita vanidad de todas las cosas. Uno de los grabados más famosos de la historia del arte visualiza precisamente tal vaciamiento interior: el enigmático 'Melancolía' de Albert Durero. Representa a un ángel abatido, con la mirada ausente y rodeado de objetos relacionados con la técnica y el conocimiento (instrumentos científicos, letras, figuras geométricas y matemáticas, el cuadro mágico, una estrella fugaz...). El renacentista Durero quiso plasmar simbólicamente la resignación humana frente a su incapacidad para desentrañar el fondo misterioso del mundo exterior y de su propio lugar en él.
Fusionando la melancolía dureriana con el vitalismo socrático, Henry David Thoreau, genial y solitario, nos dejó una recomendación que nosotros procuramos tener siempre presente: «Aprovecha cada oportunidad para entregarte a la melancolía. Sé tan melancólico como puedas y anota el resultado: regocíjate en el destino. En cuanto a la salud, date por sano y dedícate a tus asuntos. ¿Quién sabe si no estás ya muerto? Que el miedo no te detenga: hay cosas más terribles a la vuelta de la esquina y siempre las habrá. La gente muere de miedo pero vive de confianza».
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