Hace treinta años terminaba 'el corto siglo XX', concepto acuñado por Eric Hobsbawm para definir el período comprendido entre la I Guerra Mundial y el final de la Guerra Fría. Su desencadenante fue el fallido golpe de Estado en la URSS del mes de agosto ... de 1991. Los golpistas, hombres de la línea dura del partido y del KGB, pretendían frenar el proceso de apertura de Mijaíl Gorbachov y su 'perestroika', pero obtuvieron lo contrario: el Partido Comunista fue proscrito, se inició la transición hacia el capitalismo y acabando el año la Unión Soviética pasó a mejor vida.

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Las reformas y privatizaciones de bienes estatales se presentaron como obras de una nueva dirigencia económica y política opositora al comunismo. No hubo tal. Porque la extinción de la URRS no tuvo nada de revolución democrática y liberal y sí mucho de reconversión del núcleo de privilegiados: «Las élites encontraron el medio de preservar e incluso de acrecentar su poder privatizando la economía para su beneficio», sostiene el historiador Andreï Kozovoï. De la noche a la mañana, los guardianes de la ortodoxia leninista se hicieron conversos ultraliberales.

Hubo algunos cambios menos llamativos pero importantes. Señaladamente, se abrieron los archivos de la Seguridad del Estado para que las familias pudieran conocer el destino de millones de inocentes detenidos por la policía y de los que nunca volvió a saberse. Kozovoï cuenta al respecto una anécdota expresiva.

Un día bochornoso del verano de 1992, investigando en el archivo estatal en Moscú, su vecina de pupitre, una mujer de mediana edad, rompió a llorar desgarradoramente. En la mano tenía un pequeño papel amarillento: era la orden de ejecución de su padre durante el terror estalinista. En aquel ambiente cargado de emoción, de calor y de lágrimas, alguien alzó la voz: «¿No se podría poner un ventilador?». El bedel extrajo del armario un trasto antediluviano con aspas de caucho. Al empezar a girar, un torbellino de aire barrió la sala de punta a cabo. El viejo papel apergaminado que la desconsolada mujer sostenía con mano temblorosa se desintegró al instante a la vista de todos. Como nube de polvo desapareció entre los rayos de sol que entraban por el ventanal el testimonio de aquel crimen de Estado.

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Con Putin, los archivos más 'sensibles' fueron cerrados o limitado su acceso. No hay transparencia histórica allí donde el conocimiento del pasado inquieta a los más poderosos. Tampoco nuestra 'democracia plena' es ajena a esta vergonzante realidad.

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