Mito sin fortuna
El oficio de vivir ·
La crisis sanitaria ensombrece el bicentenario de Iparraguirre, poeta y cantor de los fueros y de la alegría de vivirSecciones
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El oficio de vivir ·
La crisis sanitaria ensombrece el bicentenario de Iparraguirre, poeta y cantor de los fueros y de la alegría de vivirA José Mari Iparraguirre (1820-1881) cabe situarlo en paralelo a lo que Alessandro Manzoni representa para los italianos o Adam Mickiewicz para los polacos: catalizadores poéticos de la conciencia nacional. Pero así como el primero es referente de las letras transalpinas y al segundo ... se le honra como precursor de la Europa de los pueblos, en cambio la imagen de nuestro romántico ha ido palideciendo. Las jóvenes generaciones ignoran quién fue ni conocen sus composiciones, como lo prueba que «tampoco en estas aciagas jornadas de la epidemia hemos oído las canciones del bardo en nuestros balcones», según constata el historiador urretxuarra Pedro Berriochoa. Y eso a pesar de que no pocas de sus melodías, con su sencillo encanto y su evocación de un mundo sentimental, epicúreo y festivo, mantienen plena frescura.
Trotamundos, cosmopolita y rebelde, siempre cayó del lado de los perdedores, primero de una guerra −la carlista− y luego de una revolución −la de 1848 en Francia−. Conoció la cárcel y el exilio, emigró a América para triunfar musicalmente, pero su timbre, adecuado para cafés y salones, no daba la nota en aquellos grandes teatros. El gran azotacalles y animador de francachelas, el cantor del 'Glu, glu, glu...', encalló en la soledad inmensa de una hacienda remota como pastor. Incorregible chorlito, en 1877 se vino de vuelta abandonando mujer y ocho hijos con la improbable esperanza de traérselos tan pronto como pidiera socorro a sus amigos foralistas. Tal no sucedió. En medio de la indiferencia, sin recursos y mordido por la culpa, falleció a los 60 años.
Al filo del nuevo siglo lo marmolizaron en su pueblo, Urretxu, con guisa de aldeano y burgués, guitarra en una mano, azada en la otra. Ya es mal fario. Tras los homenajes de 1981, el estatuto de Euskadi pudo haberlo consagrado, pero el Gernikako Arbola, himno sentimental y transversal, fue institucionalmente relegado; cosas de la política. Para rematar, el año del bicentenario renquea ensombrecido por el coronavirus (anotemos que esta tarde se le homenajea en el alarde de txistularis donostiarras, con participación de Gontzal Mendibil).
A sus contemporáneos les sorprendía que José Mari, tan zarandeado por el destino, se mostrara siempre jovial. Él lo explicaba así: «La alegría engendra bondad, por eso los tiranos son graves y formales». Tomemos nota y celebremos los 200 años de este artista de la vida que con su guitarra persiguió la belleza como camino hacia la libertad y atajo hacia la felicidad.
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