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Este mes de julio han sido asesinadas en nuestro país ocho mujeres por sus parejas o exparejas. Espero que a la hora de publicar esta columna, entregada con la debida antelación, esa lúgubre cuantía no haya sufrido un aumento. Ante tan elevada cifra en un solo mes se han activado todas las alarmas, pero ya están muertas. Revelan las estadísticas que en verano, sobre todo en julio, es cuando mayor número de asesinatos machistas se cometen. Ya decía Margarita Landi, sagaz cronista de sucesos del antiguo periódico 'El Caso', que cuando hace mucho calor se mata más. El viejo, siniestro y propio de milonga de cuchilleros «la maté porque era mía» continúa en el fondo de la descarga de ira asesina de esos hombres atrasados y brutales que arrebatan una vida en un instante de un mal golpe, por un balcón o con un cuchillo.
Es un grave problema ante el que solo cabe proteger a las potenciales víctimas alentando la denuncia, también o sobre todo por parte de su entorno, ante signos de amenazas o maltratos. De las ocho mujeres asesinadas solo una había denunciado malos tratos; tres, eran ... menores de 30 años. La reeducación civilizadora de las bestias parece de difícil viabilidad en mentes tan obtusas y cerriles; el alejamiento legal efectivo es sin duda más eficaz.
Por todo ello, no deben escatimarse medios públicos para potenciar esas medidas y articularlas. Por todo ello, resulta inaceptable la negación de la existencia de esa violencia extrema de género o machista. Que los retrógrados la llamen 'intrafamiliar' es, más que un eufemismo, una desfiguración insultante. ¿Dentro de la familia? ¿Cuántos nietos matan a sus abuelos? ¿Hay frecuentes fratricidios? Y, en fin: ¿cuántas mujeres asesinan a sus maridos? Claro, sí, hay algunas, pero en una proporción ínfima respecto a la viceversa. Y por todo ello, hay que seguir evitando con su fracaso electoral, y el consiguiente ostracismo, que los retrógrados negadores de esas realidades alcancen el poder suficiente para derogar leyes y menoscabar derechos. Me vienen a la memoria los versos de Kavafis: «¿Qué leyes votarán los senadores? Cuando los bárbaros lleguen darán la ley».
Me indigna cuando personas con representación pública se niegan a guardar un minuto de silencio por la asesinada de tétrico turno. Algo tan elemental y de simple piedad como eso, un minuto de silencio, movidos por abstrusos motivos ideológicos. Y parecida desazón me produce que quien aspiraba a ser presidente del gobierno evite responder y no diga un sencillo «sí, me parece mal», ante la pregunta sobre tal desprecio y falta de respeto a esas víctimas.
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