Con sólo citar su nombre se nos traquetea en los centros de la memoria, más bien cercana el desfile de aquellas amazonas de aquel un ... tal Muamar el Gadafi, cruel dictador de Libia, el cual en todos sus viajes, arrastraba junto a su tan vistoso hotel particular, una guardia personal femenina no menos decorativa, más bien al contrario. De lo que en realidad fue aquella especie de custodia personal itinerante pero más bien y mejor de las verdaderas relaciones del dictador libio con esa parte femenina de su ejército y con otros de sus séquitos y relaciones femíneas, dio buena información la reportera de 'Le Monde', Annick Cojean en su libro 'Las cautivas'. El harén oculto de Gadafi, (Editorial Anagrama, 2014). Me viene a recordar esos episodios, otro interesante texto publicado este pasado sábado en la Revista Mujer Hoy y firmado por Ed Cumming, quien tomando como tema central la noticia de la formación y conformación de lo que él llama 'La armada roja de Putin', nos cuenta una historia de una especie de ejército propagandístico del Kremlin sobre la guerra de Ucrania, 'un equipo tan frío como el acero', escribe, formado por portavoces que manejan bien el lenguaje de los medios y que, dirigido por María Zakharova, se ha convertido en el arma preferida de Putin en su guerra de propaganda', un nuevo conocimiento de una especie de harka femenina bien que a veces camino del harén, que para esas dobles identidades se presta mucho la letra 'h' con 'k' en sus persecuciones de la escala promocional, firme su paso ascendente sobre el mítico sendero de la estación primaveral que con ilusión tanta, tanta musicalia sobre los caminos inciertos que recorre la balada en esa glosa de los tiempos ecuánimes cantó Juan Ramón apoyado en las andaduras del humilde tambor de 'Los saltimbanquis': («Alegra, titiritero, /la noche con tu tambor.../ ¡El sendero/ tiene las ramas en flor/ La luna, tras la montaña, asoma su cara muerta ... La cabaña/ ha cerrado ya su puerta./ Por el valle duerme Aurora, /Noche va por el camino;/ lejos llora/ el corazón del molino./ ¡Campos verdes, noches bellas, / para el llanto y para el vuelo!/ Las estrellas/ tiemblan, tiemblan en el cielo./ Alegra, titiritero,/ la noche con tu tambor.../ ¡El sendero/ tiene las ramas en flor!»), que es el poema que ahora me viene a la memoria reviviéndome el placer diré y era aquel de mis catorce en las cuentas de la vida y mi profesión era la de estudiante, en mi lengua y en mis labios más que en las manos la 'Lyra Hispana' de Vicente Gómez Bravo S. J. (Editorial Razón y Fe, 1942), los textos todos del libro en los plintos donde descansan tan férvidos (perdón por el clax clax de las vías tan iguales.)
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Como uno ya no cree en casi nada me agarro a las extrañas contorsiones que, a veces, me depara el azar. Y, he aquí la especie de milagro que me apuntilla estos días, en los que, como caído del cielo y a la par se diría de la calima que tiene especial interés en recordarnos el Sahara en estos momentos en los que también verdean las políticas afines a tales arenales, me encuentro yo con un viejo, un tal Cristóbal de Castro, de quien una tan grande autora como Concha Espina de quien supongo que, a pesar de los tiempos pasados alguien habrá que se acuerde de su nombre y de sus tantas buenas obras literarias, nos dice del tal Cristóbal a la par que le demuestra su admiración y gratitud señalándole como «de los contados hombres de letras que en España rinden tributo de justicia a la mujer» y en parecidos deliquios de aprobación se despliegan unas cuantas otras mujeres en los prolegómenos de esta ya joya literaria titulada 'Mujeres extraordinarias' (Ediciones Nuestra Raza. Madrid), una maravilla de un autor que, en breves líneas nos presenta a esas cuarenta y seis mujeres ante sus facetas más destacadas, es decir, fisonomías, actos y actuaciones de las tales en su relación con algunos de los menesteres más destacados en su labor, digamos como ejemplos de destacadas actividades las de Catalina de Austria, o la Energia; Inés Sorel, o el recogimiento; Lucrecia del Fede, o la perfidia; Isabel Clara, o la política; Galatea, o el suspiro; Flérida, o el capricho; Elisa, o el sollozo; Ninón de Lenclos, o la moral galante; Antonieta Pompadur, o el dominio; Madame Rolland, o el cisne; María Antonieta, o la ilusión; Margarita Cogni, o el arroyo; Mariana Dolci, o el mostrador; Teresa Guiccioli, o el palacio; Lady Stahope, o la aventura; Madame Vigée Lebrun, o el agrado; Josefina Beauharnais, o la vanidad; Teresa Cabarrús, o el esplendor; Cristiana Vulpius, o el silencio; Madame de Stael, o el diamante; Lady Byron, o la austeridad; Carolina Lamb, o la extragavancia; Lady Hamilton, o el encanto; la condesa de Bureta, o el patriotismo....
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