Hay otros mundos, pero están en este». La tan conocida frase de Paul Éluard (1895–1952) nos amanece en la memoria cuantas veces en las ... que se despliega el convencional mapamundi a manera de ciclorama lleno de tesoros de tanta variedad de géneros, digamos por un decir que geográficos, sociales, étnicos, éticos, religiosos, etc, que pueden encontrarse en esos distintos mundos, que lo que nos vendría muy bien sería extender en la pared frontera a donde nos ponemos a pensar sobre esos temas de posibilidades, e imaginar que profundizar en tal asunto requeriría atenciones y estudios superiores a nuestras posibilidades. Que qué pasó con aquellos mapas que pendían de las paredes de las aulas de nuestra enseñanza primaria y los que se nos asomaban por entre las páginas de los Atlas de la segunda, pues que, a poco, nos pudimos dar cuenta de que la mayoría de los varios países que en esos mapas se mostraban habían desaparecido por diferencias políticas y hasta de guerras entre ellos mientras que en nuestra memoria se mantenían sin cambio alguno y nunca pudimos saber a qué determinado fenómeno culpar esta fuga. Además de que, yendo a parar más en la cita de Éluard, se nos quedó en zancada muy corta, puesto que la versatilidad de los posibles mundos es infinita, es decir cualquiera de los entes vivos, desde los mínimos a los más gigantescos, son mundos propios, como lo son, igualmente, cualquier libro, cualquiera flor, hasta el mismo polvo que pisamos o el viento que respiramos.

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De la utilidad de este despertar de mundos de ahora mismo y en mi opción echo la culpa al jurado del Premio Nobel de Literatura de este año del 2021 tan desgraciado por tantos conceptos, en el que al destapar un nombre casi desconocido en los medios literarios (como me ocurrió la mañana en que escribí esto al enfrentarme como diariamente lo hago y me enfrento al Word y las ganadoras de mis primeros cien metros lisos del tecleo son, por supuesto, las noticias de la prensa de no encontrar algún toque mejor que me revolotee desde algunos de los muy viejos conocimientos más o menos ligados a mis lecturas de ayer, y aunque el mundo es un pañuelo como dijo aquel otro y ahora lo es más y más pequeño gracias a las agencias de viajes sobre todo que han demostrado un gran plus de actividad en su oficio de cicerones de los Atlas más recónditos como de sabores más variados, etc), lo cierto es que antes de que suene ese '¡No va más!' geográfico que entona el crupier ante la ruleta algo fantasmal del día a día, ya uno ha recogido alguno de esos temas para tratar de usarlas convenientemente y llevo al Word como presa oferente sobre qué escribir, el nombre de un tal Abdulrazak Gurnah, que me parece que pudiera haber venido como sobre una alfombra de reflejos provenientes de, es difícil saber, qué caminos transitados para la elección de Tanzania como en un reparto a voleo entre los miles de países y, en cuanto a lenguajes que, por lo que se ve, por esta vez, correspondía al suajili, que es que, acaso sea una realidad que la verdadera encomienda que le toca arrostrar a ese Jurado es el de escarbar en huertos más bien desconocidos o en aguas de tan difícil buceo que parece como que si nos acodáramos nuevamente sobre ese risco marino que hace enfocar otra vez nuestra visión de aquella estampa de los pescadores de perlas. Esas personas de tan distinguida afición que, a riesgo mortal muchas veces, tanto contribuían a embellecer la vida en otras esferas como salones y fiestas mundanales y lo que le compete a ese Jurado Sueco no es elegir lo mejor como algunos piensan sino repartir en justicia su buen legado a grandes minorías desconocidas bien merecedoras de ese regalo.

Pero puestos a encontrar y a hablar sobre otros mundos, las opciones descubridoras se amplían tanto como si contemplarlas tan difícil ya me fuera, y de lo que ahora mismo me da por recordar es del sorprendente regalo televisivo de un culebrón turco de cuyas resultas se nos anima a conocer un país del que solamente, en lo que a mí respecta al menos, lo situaba en los tiempos de las Cruzadas a Tierra Santa o de Solimán el Magnífico. Ahora ese vídeo no sé si nos sitúa en la actualidad real de esos lugares como en estos momentos se está derramando cabe las tardes de entresemana marcando prioridades a manera de culebrón en la televisión española, una trama que hasta pudiera hacer recordar la imaginativa potencia de un tal Shakespeare digamos por decir algo que en el caso de Romeo y Julieta y más y más etcéteras, que diriase que si no supera con creces a los tipicos y tópicos culebrones latinos no todavía del todo extintos, lo que al menos sí puede decirse es que compite con ellos y a lo que verdaderamente sí nos provoca, al menos en mi caso, es a sopesar inmediatamente, como corresponde, aquellos imaginados recuerdos del pasado y a modernizarme, superando mi ignorancia mediante lecturas de textos que nos presentan mundos más actuales.

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