![La deshumanización que vivimos](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/12/01/89580317-kUFC--1200x840@Diario%20Vasco.jpg)
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Mantenerse humano se ha convertido, por desgracia, en uno de los retos como sociedad e individualmente, más complicados en estos tiempos. El odio exterioriza la parte más inhumana de la persona, siendo acompañada de discursos absolutistas que dan la razón a los actos que van ... en contra del más común de los sentidos.
La pobre ignorancia que se sufre al ser manipulado a intereses que poco tienen que ver con nuestros valores, pues los ideales de todos, cambian, avanzan, en ocasiones retroceden y, en algunos casos, se mantienen. El caos de los idearios extremos servidos en pastilleros semanales, para no olvidar tomar la píldora que contribuye a deshumanizar. Estamos viviendo una época que se empeña en ser edulcorada, para no saborear el verdadero amargo del café. Estos desastres a nuestro alrededor que siempre tienen una justificación detrás, más o menos razonada. Siempre hay explicaciones tildadas con eufemismos, para no dejarnos ver con claridad lo que esconde el mundo que estamos creando y del que nos estamos acostumbrando no nos deje pensar por nosotros mismos.
Mirando atrás en el tiempo, releyendo la historia de la que deberíamos, puede, haber aprendido más y renegado menos, la ebullición política ya ha ocurrido, varias veces, y de ellas, se supone, habríamos creado resistencia, pero sigue haciéndonos efecto, necesitando cada vez mayor dosis.
Decía, Hannah Arendt, escritora y filósofa judía, que la muerte de la empatía humana es uno de los primeros y más reveladores signos de una cultura a punto de caer en la barbarie. Y, pienso que tiene razón. La empatía conlleva aparejadas acciones, el problema viene dado con qué empatizamos. Un argumento razonado desde un extremo, una realidad contada por personas que buscan algún interés, alguien que pida contraprestación o una lista deshecha en añicos con los problemas reales para proponernos problemas con los que distraernos. Lejos del fondo.
Sin esa capacidad, el ser humano deja de serlo, para convertirse en un ser, un animal, pero con un agravante propio: la acumulación de bienes y riquezas. Ningún animal quiere tener cien ciervos muertos en su guarida, ni piedras en sus madrigueras, ni las ramas de una acacia amontonadas... Sin empatía, sin humanización, porque son animales, pero nosotros tendemos a ser más poderosos con la acumulación, que es el signo de poder en nuestra era. Acumular armas, dinero, vivienda, militares para un gran ejército, bombas... Si nuestro sino no fuera la deshumanización, cuando se cumplieran objetivos vitales para vivir cómodamente, no acumularíamos para entrar a jugar en la lucha de poder que han establecido. Costando la vida a miles de personas como si fueran bombillas que se funden. Por ego, poder, guerra, que no comprende de humanización, más bien sembrada para florecer fanatismo. Esclavitud por unos euros que cobrar al mes, sin miramientos en lo que cueste hacer el trabajo.
Los esfuerzos se centran en destruir, no hay utopías posibles que culminen. Los ideales que hay sobre la mesa son una interpretación necesaria de adeptos que la justifiquen. Destruida o aminorada la empatía como cualidad humana, la barbarie campa a sus anchas y el eufemismo se impone como verdad absoluta.
Creemos lícito odiar al otro por ser diferente en lugar de comprenderlo para así poder nutrirnos y aprender los unos de los otros. Vivimos por y para nosotros, cegados en nuestro propio ombligo e inundados en nuestro ego. Puede que recuperar los valores que nos caracterizan como seres humanos sea un proceso costoso, pero no tanto como lo que nos viene encima si no ponemos un remedio a esta situación. Empezar por algo básico y primordial como conocerse a uno mismo y a los demás, así como comprender las emociones propias y ajenas puede ser un buen comienzo para evitar la deshumanización. Nuestro granito de arena individual, como vemos, se contagia a la sociedad en general.
Como escribía Almudena Grandes, en su libro 'Las tres bodas de Manolita': «...con el tiempo comprendí que la alegría era un arma superior al odio, las sonrisas más útiles, más feroces que los gestos de rabia y desaliento».
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