![Del año nuevo al Cosmocrátor](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202201/05/media/cortadas/70408361-k0LE-U160449033211Og-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
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Lo que al principio parecía que iba a ser un triunfo rápido de la capacidad humana en defenderse de todo tipo de asechanzas –como ésta ... de los virus– lo que se ha visto con el paso del tiempo es que de eso, nada; que es que, aquí están pinchando a diestro y siniestro a jóvenes y a los ya no tanto, borrando faces con mascarillas, alborotando y hundiendo tantos negocios y maneras de vivir, con confinamientos y otros manejos de mayor o menor presión y la cosa no se arregla para nada; que viene una ola y otra y otra, y tierras, pueblos y aldeas y ciudades y villorrios siguen coloreándose de rojo, que son de este tinte los lábaros que más fielmente identifican al enemigo, y cada día que pasa y tiene lugar un nuevo recuento, creen los contables que una vez más se han equivocado, que es imposible que así haya sucedido y vuelven a marearse con las cifras que no cesan de crecer y agrandar.
Y, para remate de esta locura de los vientos y de los tientos en los que nos ha sumido el maldito Covid, hasta la Medicina, así en mayúscula, como tantas veces antes recurrió a la lengua griega para nombrar enfermedades y otros parecidos juegos malabares con los que tanto se ensañan con nuestros cuerpos y mentes, también ahora, de manera que bien pudiera parecer mucha coña, nos sale con ese 'ómicron' (tabaleo del tambor de las lenguas que enseñarnos nos prometieron y lo que ocurrió como ahora bien lo vemos desde nuestro nonagenarismo, resulta que fue como una tan burlona broma a nuestra credulidad, nada más que un traslado a la clase del P. Rufo y al texto del P. Errandonea, continuadores digamos de Homero, Hesíodo, etc, etc, en su viejísimo cotorreo y dios nada menor que pide su lugar en la Mitología presidida por Zeus, dios supremo). De manera como, a consecuencia de una situación como ésta, de tan agudos y negativos perfiles para la Humanidad toda, se le yergue a cualquiera que a esta tribu pertenezca, su dolorido sentir en donde su obligadamente vejada humildad está tan presente y hay como una eclosión de creencias contra realidades, una guerra incontrolable entre lo que creyó que se era, (tan poderoso) y que, lo que en realidad (véase lo que es), que, a cada oleada, nos sume en la gran desesperanza de que nunca nos veremos libres de esta presencia tan infausta y que no lleva trazas de parar.
En parecidas circunstancias a las que estamos viendo y viviendo y ante el hosco panorama que me parece observar y que proseguirá cómo no acordarnos de aquel sublime modo de escape que se le ocurrió a la formidable mente creativa de untal Giovanni Papini (Florencia, 1881- 1956), un autor de muy merecida gloria popular su nombre en un tiempo y que me da por pensar que a día de hoy está más bien en horas bajas.
El texto al que quiero referirme es a uno incurso en su tan conocida obra 'Gog' y titulado a su vez como 'Cosmocrátor', que visto así aún como sin lupa y ante un espejo más bien algo cóncavo, refunde pensamientos de pertenencia personal de notoriedades tan prestigiosas como cabría delegarlos en suego, simplemente por haber sido capaz de adherirlos a su persona, que comienza diciendo que «tengo miedo de haberme equivocado de planeta. Aquí estamos demasiado estrechos. No hay bastante sitio para mí. O tal vez me he equivocado de siglo. Mis verdaderos contemporáneos murieron hace miles de años o tienen todavía que nacer. El hecho es que me siento extranjero en todas partes y mortificado».
Hace luego una especie de visionado extremo de la tierra, contemplado, se diría, como desde las gafas de un muñidor de escabrosas materias tan nitrogenadas también): «La tierra es un puñado de estiércol y no hay ocupaciones a propósito para uno que sienta dentro de sí los apetitos y las fantasías de un titán».
E investido de ésa su fantasía tan desmesurada, como si de un dios creyera serlo, imagina y maquina un reparto de tierras (que qué menos que continentes, para dar acomodo ahora a ese aglutinante ser de nuevo cuño en el que se ha convertido): «Pienso a veces que Asia podría ser mi factoría; África, mi campo de caza o mi jardín de invierno; América del Norte, mi fábrica con las administraciones anejas; las del Sur, los pastos para mis rebaños; Europa, mi museo y mi villa de descanso», aún así, todo le parece una manera mezquina de vivir aun con 'tener el Atlántico como piscina, el Pacífico como pesquería, el Etna como calorífero, tomar duchas bajo el Niágara, poseer Australia como parque zoológico y el Sahara como terraza para los baños de sol, que lo que le suelte al avariento de tantas suculentas tentaciones son otras delicuescencias de mayor grado, digamos que 'ser el Cosmocrátor supremo, el director de la vida universal, el ingeniero jefe del teatro del mundo', que, como ha ocurrido nada más anteayer, ha bastado un nuevo calendario para crearnos luces de esperanza a través de un feliz año nuevo. A lo que simplemente añadimos, 'Que así sea'.
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