El nuevo marco de la vulnerabilidad
Repensar Euskadi ·
La pandemia nos ha hecho conscientes de nuestra corporalidad. Hay que asumir la centralidad de los cuidados y su resignificaciónSecciones
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La pandemia nos ha hecho conscientes de nuestra corporalidad. Hay que asumir la centralidad de los cuidados y su resignificaciónHace pocos días un amigo ha compartido conmigo un texto de Ortega y Gasset en el que observando un cuadro de Regoyos sobre un rincón del Bidasoa el filósofo reflexiona sobre la relación entre el lienzo y el marco que le rodea. Dice Ortega en ... el texto que la relación entre cuadro y marco es una relación esencial y no fortuita para entender la propia obra. El marco tiene algo de ventana, de manera de mirar al mundo. De esta forma, y siguiendo la metáfora, también los marcos a través de los que describimos la realidad más cercana ponen de relieve nuestra mirada más profunda. Donostia ha sido durante años el marco incomparable e incluso una de las campañas de publicidad de la Capitalidad de 2016 versaba en mirar, a través de un marco, un rincón de la ciudad. El marco que ha dado forma a la Euskadi autonómica es el que se ha venido construyendo en torno a las nuevas instituciones de autogobierno. Bajo el paraguas de Osakidetza, Emakunde o EITB se ha construido una ventana a través de la que mirar a la sociedad vasca del último cuarto del siglo XX y primero del XXI. Esta combinación entre la forma de gestionar las instituciones y la frescura y cercanía que éstas ofrecían ha dado como resultado un orgullo por la propia obra, traducido en una gran confianza institucional igual que sucede en la relación esencial entre el cuadro y su marco.
Después de este año que ha puesto patas arriba los cimientos de todo lo conocido, parece pertinente preguntarse si este marco de juego, este terreno establecido de orgullo y confianza seguirá siendo válido para el marco de la postpandemia o será necesario replantearse algunos axiomas que lo conforman.
Una de las cuestiones que más ha cambiado durante este largo año que todavía transitamos es nuestra autopercepción sobre nuestro propio ser y nuestra vulnerabilidad. Frente al mito comúnmente establecido de que en las épocas álgidas de nuestra trayectoria vital las personas somos autónomas e independientes, que deriva en el sueño americano del 'Do it yourself', esta situación nos ha hecho conscientes de nuestra propia corporalidad y de la vulnerabilidad que se deriva de todo ello. Significa un giro de ciento ochenta grados en la mirada sobre cada cual que es imprescindible para asumir la centralidad de los cuidados y trabajar por su resignificación, incorporando dicha conceptualización a la agenda pública. Significa, tal y como mencionaba el colega Calvo Sotomayor en su pasado artículo, asumir una ética de los cuidados que impregne la totalidad de nuestro pensamiento. Significa una nueva acción pública, en la que el marco se comienza a construir desde la vulnerabilidad y los cuidados frente a visiones hegemónicas anteriores que entendían que estas áreas eran propias de otras esferas.
Y a todo esto se suma la transformación del empleo, con una digitalización ya comenzada en los años previos a la pandemia, pero que ésta ha puesto más de relevancia si cabe. El futuro del empleo y la respuesta que como sociedad demos a la misma es una clave imprescindible del debate que se está planteando. La digitalización ha venido para quedarse, eso es indiscutible, pero quienes hemos experimentado las dificultades de la docencia en remoto, por ejemplo, no podemos sino seguir alabando las virtudes de la presencialidad para el aprendizaje y el acompañamiento a nuestro alumnado. Pensando en la globalidad del mercado laboral, el impacto de los cambios es ya uno de los elementos a tener en consideración para definir el escenario futuro. Igualmente, ante la pregunta de si estas transformaciones nos pondrán ante un horizonte de empleo para todas las personas, iniciativas como la Iniciativa Legislativa Popular en torno a la Renta Básica Universal que han comenzado a impulsarse estas últimas semanas se antojan como espacios de debate imprescindible.
Así las cosas, es posible que el marco postpandemia siga recogiendo un claro elemento de orgullo, que pueda después traducirse en confianza. Orgullo hacia nuestro sistema de Salud, Osakidetza, que ha sido actor y protagonista principal de este periodo. Osakidetza ha sido y es la más valorada de nuestras instituciones de autogobierno. Todos los escenarios apuntan que lo seguirá siendo. ¿Será esto extrapolable? Tal vez sea también el momento de replantear la institucionalidad nacida en los ochenta para adaptarla a las nuevas necesidades. Que no se conviertan en instituciones zombis, lógicas sólo en el nombre, sino que se adapten a la nueva organización basada en la asunción de nuestra propia vulnerabilidad y en la centralidad de los cuidados si pensamos y compartimos que estos deben ser los pilares a partir de los que se establezca el nuevo marco postpandemia.
Es posible que el rincón del Bidasoa que pintó Regoyos y describía Ortega siga allí, inalterable al paso del tiempo, para disfrute de todas las generaciones. Sin embargo, el marco a través del que contamos lo que sucede en sus calles, en nuestras calles, está en evolución constante. La salida de esta crisis se convierte en la excusa perfecta para redefinir el marco a través del que miramos a la sociedad vasca. Encendamos ya las luces largas que nos permitan ir transitando en esa dirección.
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