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Si bien es cierto que entre los obispos españoles en activo existen diferentes sensibilidades, no lo es menos que hay una dominante en sintonía con ... la lectura involutiva que se empieza a realizar del Vaticano II en el pontificado del Papa Juan Pablo II, con la ayuda inestimable de J. Ratzinger, futuro Benedicto XVI: desde la finalización del concilio –se le oía decir entonces y luego, a lo largo de su pontificado (2005-2013)– estamos asistiendo a una rápida secularización o solapamiento del misterio de Dios en la sociedad y a la mundanización de la Iglesia, sin que los obispos, los cristianos y las comunidades estén afrontando tales hechos con la lucidez y el coraje requeridos. Repasando este diagnóstico, se confirma que se trata de un análisis al servicio, en primer lugar, de una forma de papado, gobierno eclesial y magisterio teológicamente superada en el Vaticano II, es decir, involutiva. Y, en segundo, por dar alas a un modo de presencia en la sociedad más propio de un régimen de neocristiandad y restauracionista que de un tiempo secular y aconfesional o laico como el nuestro, al menos en Europa occidental. No extraña, por ello, que impulsara, con Juan Pablo II, cinco líneas de fuerza que también marcan su papado. Y, por supuesto, el episcopado y la Iglesia española de los últimos decenios.

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