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Ya lo dice la Biblia. Todo está en los números. La suerte o la desgracia, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, el éxito o el fracaso, la vida y la muerte. La transformación de la realidad en números es la definición ... perfecta de la era digital. Y el mercado es el imperio de las cifras. Hagamos números y veremos que no salen las cuentas. Cuadrar cuentas, como sabe Bárcenas, es la ciencia más ardua. Nada se hace sin números en la mano o el bolsillo. Rato vuelve al candelero judicial por extravíos contables. También los inicuos desahucios de Lavapiés dependen de los dígitos que bailan en la mente de los depredadores inmobiliarios. Hasta el estúpido 'Brexit' plantea un grave problema de números para todos los implicados. La democracia es la dictadura del número, decía Baroja, pero los números no engañan. Como mucho ejercen su peso aplastante sobre la vida imponiendo el reino de la cantidad. Nada vale mucho si no pasa el filtro amargo de los cómputos. Si en una algarada separatista, o en una concentración españolista, no se cuentan bastantes banderas o cuerpos protestantes se las considera un fracaso estrepitoso. Los números cantan. Todo parece poco si no tiene detrás una multitud. La guerra de cifras es implacable.
Las letras eran peligrosas, pero los números son abusivos. Nadie toma decisiones sin contar con los cálculos necesarios. El economista Sánchez es astuto y entendió el juego enseguida. Se le enredaban las cuentas, pero alguien le enseñó un mapa de España dividido en circunscripciones electorales. Era el momento idóneo para conjurar el maleficio de los números. La exactitud de las cábalas demostraba que ganaría por la debilidad proporcional del adversario o no ganaría nunca. Ese era su dilema. Vox es ahora una amenaza, cuando antes todo el mundo se reía del partido de Abascal. Sus resultados pueden arruinar las expectativas de muchas campañas. Solo los millones de 'votox' que algunas encuestas auguran podrían movilizar al votante socialista. El miedo al fascismo es más poderoso que el desengaño político.
Esta semana pasada, entre tanto, nació una estrella de la actuación y no era lady Gaga, no, sino Pedro Sánchez. El manual de risas y sentencias del gurú de la resistencia es número uno en ventas y en atención mediática. A Sánchez los números le huelen a Oscar. En Podemos, en cambio, alcanzar los cinco millones de «tontos» que decía el malote Savater les parece un sueño y suspiran de nostalgia al recordar esos guarismos imposibles. Qué tiempos aquellos en que la piratería podemita aún sembraba el terror en las encuestas. Ahora son las encuestas las que aterrorizan al podemismo. Con los números en la mano, abril puede ser el mes más cruel. Eso sí, para unos más que para otros, como es lógico.
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