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Ya lo dice la Biblia. Todo está en los números. La suerte o la desgracia, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, el éxito o el fracaso, la vida y la muerte. La transformación de la realidad en números es la definición ... perfecta de la era digital. Y el mercado es el imperio de las cifras. Hagamos números y veremos que no salen las cuentas. Cuadrar cuentas, como sabe Bárcenas, es la ciencia más ardua. Nada se hace sin números en la mano o el bolsillo. Rato vuelve al candelero judicial por extravíos contables. También los inicuos desahucios de Lavapiés dependen de los dígitos que bailan en la mente de los depredadores inmobiliarios. Hasta el estúpido 'Brexit' plantea un grave problema de números para todos los implicados. La democracia es la dictadura del número, decía Baroja, pero los números no engañan. Como mucho ejercen su peso aplastante sobre la vida imponiendo el reino de la cantidad. Nada vale mucho si no pasa el filtro amargo de los cómputos. Si en una algarada separatista, o en una concentración españolista, no se cuentan bastantes banderas o cuerpos protestantes se las considera un fracaso estrepitoso. Los números cantan. Todo parece poco si no tiene detrás una multitud. La guerra de cifras es implacable.

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