![Los números redondos](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202201/12/media/cortadas/70560130-k37-U1605135210289CH-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
![Los números redondos](https://s3.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202201/12/media/cortadas/70560130-k37-U1605135210289CH-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
Secciones
Servicios
Destacamos
Se diría que es un abuso pensarlo siquiera, pero hay gentes, y no pluralizo porque, de así hacerlo, ese abuso del que hablo crecería de ... manera tan exponencial que hasta podría marcar cifras tan insultantes por increíbles. Cambio pues la palabra 'gentes' por la de 'personas', y, para mejor comunión en extensión, prefiero decir que hay personas de un vivir tan natural y de tanta plenitud, que el llegar en su vida a ese cifra redonda del cien, no supone nada extraordinario, es, simplemente, como un avatar más, una vicisitud que la vida ofrece en su bouquet de flores y de aromas en vez de picor de ortigas en su acrimonia más insurgente, aunque tampoco así se pierde nada ya que al citar esa planta he caído, como casi siempre ha sucedido en el estúpido error de minimizar sus propiedades organolépticas tan importantes y considerarla nada más que agresiva, siendo en cambio muy útil hasta en la alimentación y en virtudes fitosanitarias tantas, más allá de los consejos de los curanderos tan afines a sus recetas.
En todo caso, lo del caso cien en la cuestión de las edades humanas no es otra cosa que un reflejo de la atracción de los números redondos, y los que a tener ese cien aspiran, no hacen otra cosa que, con esas crenchas que manejan y sus peines peinan no solamente son especialidades sino también privilegios que rebasan con creces ese ciento y siguen y siguen sin darse cuenta para nada de que lo que han hecho es una trivialidad se diría según su sinsentido amorfo, las leyes de la biología común humana superadas con creces y con facilidad admirable como leíamos este sábado pasado contándonos el episodio sorprendente de vida a destajo de una pareja muy de excepción que seguían haciendo vida se diría que normal pese a tantos calendarios que sobre sus hombros pesan.
Contaba yo en un artículo reciente que se perdió en no sé qué laberintos, y a propósito de una serie de esquelas que daban para pensar algo o para algo más que para pensar o hasta para doler acaso, de ese asunto del vivir que a todos en más o en menos se nos asoma de vez en cuando si no es continuamente, que resulta ser constante en nuestro seguir viviendo. Y, pese a lo que se quisiera jugar con juego tal de que, en ocasiones, de tal manera da que pensar o hasta acongoja, y me daba por visionar nueva y mentalmente, un reciente documental sobre animales de esos que alguna cadena de televisión que nos oferta una tarde sí y a la siguiente también; de esos que, antes de que cambie de canal por evitar ver a predadores inevitables con sus correspondientes crueldades, –animales contra animales, hambres contra hambres, supervivencia contra supervivencia, diente contra diente...– ni hace falta siquiera que me inviten a la siesta, pues como siempre ocurre con los viejos, nos dormimos sin darnos cuenta, que ésa es la otra miseria que, definitivamente, día va y día viene, nos ronda, que de tantas veces como así ocurre, resulta ser, al fin y al cabo, otra forma de pandemia que nos rebota del quehacer al que estábamos entregados, nos muestra que no somos nada más que víctimas de la irónica carcajada del onírico bromista que, además, nos fustiga con su contraplano como resultan ser tantos gozosos sueños que tuvimos y que ya nunca volveremos a tener. En ese documental que ahora vuelvo a recordar, se había hablado de un bicharraco que, en un pozo había vivido no me acuerdo ya cuantos miles de años. De lo que si me acuerdo, seguramente porque me sorprendió que pudieran haber sido tantos, que fuera de miles de años de los que se habló.
Los caminos que recorremos en la vida son tan varios o variados que, como bien se ve en estos trajes y trujas se están probando lagares en algo adyacentes a ese problema, y de hacía eco de un diálogo callejero entre dos amigos recogidos en un viejo libro en cuyas palabras se daba oportunidad a idear «Cómo serán los hijos de los viejos, nacidos no con la juventud, sino ya con la duda sistemática», y se planteaba la posibilidad de que 'el hombre moderno, como Fausto, vende su alma –su fe milenaria— a un Mefistófeles vestido de Ciencia, de Técnica (al diablo más peligroso, porque es el que se niega a sí mismo).
De vuelta a la realidad desde los terrenos de la utopía del pensar en los que tan fácil es estrellarse en vagas reflexiones y reticencias, por un causal por supuesto y sin saber, como siempre por qué se dan estas coincidencias sin concordancias asimismo, doy en la tecla de avistar en el Zaragozano, su primer consejo anual en donde, tomándolo de las máximas de Confucio, se nos señala el enfrentamiento del hombre pensante en la encrucijada del «Tenemos dos vidas, y la segunda comienza cuando nos damos cuenta de que solo tenemos una», con lo que no queda otra posibilidad, no sé bien si de renuncia o de simple declaración del 'Nunc dimittis...' aunque no a la manera triunfal del anciano Simeón ante el prometido Mesías ..., es decir , como un 'ahí queda eso...'.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.