Ordinaria locura
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
En la España nacional-católica, sobre todo entre familias acomodadas, no era raro recluir a una hija si era problemáticaAbrimos el álbum fotográfico de una familia guipuzcoana y vemos desfilar, al paso de las hojas plastificadas, la crónica visual de sus vidas desde hace ... un siglo: niñez, juventud, noviazgo, veranos en La Concha, romerías familiares y los hijos que van llegando. Dos varones y, en medio, una niña a la que su padre apodará cariñosamente 'La nena'.
Los chicos crecen en color sepia, se hacen mayores y a vuelta de página se casan y forman sus propias familias. 'La nena', en cambio, deja de aparecer. En su última foto, de mediados de la década de los cuarenta, nos mira con ojos vivarachos bajo anchas cejas, tan oscuras como su ensortijado pelo; una veinteañera divirtiéndose en una boda familiar. Y el resto es silencio. Cualquiera diría que murió.
Al enviudar su madre, mujer con influencias en la Iglesia y las autoridades políticas del momento, consiguió que la hija fuera acogida en Santa Águeda de Mondragón, uno de esos manicomios de posguerra habitados por «vivientes que no eran nadie, aunque no estuvieran muertos», según los describió el psiquiatra Carlos Castilla del Pino. Sospecho que María Leonarda, tal era su nombre, padecía algún trastorno mental y cierto grado de inmadurez; nada inabordable con una adecuada atención médica, más el cariño y apoyo que su madre y hermanos le negaron radicalmente. A partir del día en que dejó de ser alguien para su familia, el único calor lo recibió de una cuñada en forma de modestos paquetes con ropa, dulces y unas letras de afecto cada Navidad y verano.
Una tarde, en los años ochenta, fuimos a conocerla. La recuerdo como una señora bajita y morena, de ojos huidizos y semblante aturdido ante esa comisión de extraños que le hablaban de sus padres, de sus hermanos, de sus sobrinos... Quisimos traerla a Donosti, los doctores nos lo desaconsejaron: no estaba preparada para afrontar esa experiencia. Supimos entonces que en la España nacional-católica, sobre todo entre familias acomodadas, no era raro que a una hija por cualquier motivo problemática se la recluyese como a un estorbo. ¿De qué lado estaba la demencia?
Almudena Grandes dedica su última novela a las 'mujeres locas' del franquismo, víctimas de la Iglesia y de la psiquiatría. Me ha hecho recordar a Leonarda Aguirre Tellería, 'La nena'. Quien en vida fue tan cruelmente repudiada creo que merece, un cuarto de siglo después de abandonar este mundo, una instantánea en el álbum de nuestra apenada memoria. Que el resto no sea solo silencio.
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