Orgullo primate
Giputxirene ·
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Giputxirene ·
Hoy se cumplen 160 años de la publicación de 'El origen de las especies', de Charles Darwin, uno de los trabajos precursores de la literatura científicaHoy coinciden dos importantes efemérides para la historia del conocimiento sobre nosotros mismos: el 24 de noviembre de 1859 se publicaba 'El origen de las ... especies' de Charles Darwin, y justo ciento quince años después, en 1974, arqueólogos norteamericanos hallaban en un yacimiento de Etiopía un esqueleto fósil al que llamaron 'Lucy' perteneciente a una desconocida familia de homínidos. Este doble motivo sustenta la celebración cada 24 de noviembre del Día de la Evolución, también denominado Día del Orgullo Primate.
Que los humanos somos producto de millones de años de evolución biológica y cultural, y que por tanto lo que cuenta el Génesis sobre el origen del primer hombre y la primera mujer por mano divina es ficticio, supuso un cambio de paradigma tan colosal que tuvieron que pasar décadas para su asimilación. La vida intelectual del último cuarto del siglo XIX estuvo recorrida de tensiones en el seno de la comunidad científica, siempre con la beligerancia de la Iglesia. Las facultades españolas de Ciencias Naturales rechazaron las nuevas teorías o, en el mejor de los casos, trataron de hacer compatibles el creacionismo bíblico y el evolucionismo.
«Tales ideas han de ser falsas puesto que son peligrosas», decían los detractores. «Prefiero descender de un mono que de un obispo», le espetó el biólogo Huxley a un clérigo durante un debate universitario. Incluso a las tabernas llegó la controversia cuando dos empresarios antievolucionistas, los hermanos Bosch, comercializaron el Anís del Mono con su emblemática etiqueta en la que aparece un simio con el rostro de Darwin.
Hoy hace ciento sesenta años de la publicación del libro que dio una explicación coherente a los datos de la biogeografía y de las diversas jerarquías taxonómicas, desmontando milenarios dogmas y mitos. No obstante, visto con mayor serenidad, tal vez quepa admitir que ciencia y religión son más compatibles de lo que algunos creen. Esa era la opinión de Stephen Jay Gould, prestigioso biólogo evolutivo que en cierta ocasión fue llamado al Vaticano para hablar sobre una rama del creacionismo por entonces emergente, 'el diseño inteligente'. Los religiosos manifestaron a Gould su preocupación por el riesgo que corría el evolucionismo. El científico, exjudío y ateo, disimulando el humor que la situación le provocaba, pudo tranquilizar a los sacerdotes mostrándoles que la evolución gozaba de muy buena salud, y que la oposición creacionista solo representaba a una minoría de norteamericanos.
Charles Darwin debería de estar celebrándolo en su tumba; con Anís del Mono, por supuesto.
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