![La pandemia en Francia y España: dos fracasos](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202011/03/media/cortadas/59584952--1248x892.jpg)
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La vicepresidenta Carmen Calvo censura con frecuencia al PP por introducir la política en el tema crucial de la pandemia, y la crítica ha estado justificada cuando se dirigía contra las idas y venidas de Ayuso para enfrentarse al Gobierno desde el Covid. La apreciación ... no es, sin embargo, justa cuando propone la exclusión de la política en el tratamiento de la cuestión sanitaria, ni cuando desde el Gobierno son presentadas sus actuaciones como fruto de la labor incuestionable de los «científicos» que ahora sustituyen a «los expertos» antes anunciados, pero inexistentes. Más bien podría decirse que el principal error del Ejecutivo presidido por Pedro Sánchez ha sido la recurrente subordinación del tratamiento de la pandemia a preocupaciones políticas, de modo que las medidas se han apoyado más de una vez en estimaciones no comprobadas, pero que respaldaban la acción del Gobierno.
Dicho con otras palabras, las decisiones sobre el Covid han dependido en exceso de la próxima aprobación de los Presupuestos y en demasiadas ocasiones el cuadro de situación descrito por Sánchez ha sido trazado con la pretensión única de confirmar el acierto de su política, presentada como 'el único camino'.
De este modo se corre una cortina sobre el hecho innegable de que su política ha fracasado, por lo demás como la de otras políticas frente al Covid, empezando por la de nuestra vecina Francia. Contrastan con los éxitos transitorios de Italia y de Portugal. El análisis comparativo debería servir de ayuda para introducir rectificaciones, o al menos reconocimientos. Ninguna muestra mejor de la línea aquí adoptada es cómo informan los medios de comunicación bajo influencia gubernamental. Nada de examinar ni comparar. Basta con generalizar la opinión de que en todo el mundo cuecen habas. Y así es, pero no cuecen de la misma manera, ni con resultados análogos, ni con los mismos efectos de degradación de la vida democrática.
La comparación con Francia es la más pertinente, habida cuenta de que en ambos países la situación experimenta un agravamiento exponencial en lo que toca a contagios, muertes y presión sobre los recursos hospitalarios. La diferencia reside en que si en Francia es opinión admitida que el reconfinamiento prueba el fracaso de la estrategia de Macron, entre nosotros la culpa reside exclusivamente en el comportamiento agresivo del virus. El exministro Miguel Sebastián dijo hace poco que Fernando Simón habría debido pedir perdón por los errores cometidos en la gestión de la fase inicial; por la misma regla de tres, hoy el tándem Sánchez-Illa tendría que hacerlo por la incapacidad de prever y afrontar el resurgimiento de los contagios. Pero es que los «científicos» les avalan.
Claro que si tales científicos existen ahora de verdad, no existe la menor prueba de que las decisiones reflejen sus valoraciones. En Francia, todo fue muy diferente, aun con el mismo resultado negativo. Existe un Consejo científico autónomo nombrado por Macron que no ha dudado en censurar medidas del Gobierno. Sin ceder al optimismo gubernamental, el Consejo propuso desde julio «anticiparse para proteger mejor» y preparar los obstáculos frente a una recaída. En septiembre, anunció ya una subida de contagios inexorable. Macron, como Fernando Simón respondiendo a los médicos a principios de marzo, declaró que los consejos técnicos son una cosa y las decisiones políticas, otra. La ventaja francesa consiste en que las responsabilidades quedan clarificadas; aquí solo contamos con las descalificaciones sumarias de Casado frente a la adhesión ciega forzada por Sánchez.
La consolidación en el poder es su principal objetivo y por eso se concede medio año de tranquilidad sobre la pandemia, hasta el punto de rehuir personalmente el marco del Parlamento cuando se vota la propuesta. Parece despreciar la democracia representativa, lo cual muy es grave. Y siguen aún sin resolver los defectos generados por una centralización en la definición política y una confederalización en la aplicación de las medidas. Ninguna lección a extraer del verano perdido, sin coordinación desde arriba o intercomunitaria, ni respuesta a los primeros síntomas hasta que hubo que arrojar al basurero la fuente del optimismo social, «la nueva normalidad». Sánchez alentó con su eficaz marketing una confianza social muy costosa. Resultado: seis meses de alarma; en Francia, confinamiento de un mes. «Son jinetes malos, los que no me gobiernan sino a palos», advirtió un fabulista bilbaíno del siglo XVIII.
Llega por fin el Presupuesto, sin que se perciba el encaje de la necesaria justicia social, en clave ideológica, con las exigencias de la recuperación económica. Sánchez habla de «ponernos en pie y salir hacia adelante con energía». Menos mal que ya no «saldremos más fuertes».
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