Sadomaso

¡Qué nervios, qué emoción, qué nuevos y gozosos sufrimientos habrán imaginado estos sádicos! Quizá no tenga don Santos la apostura de Tom Cruise, pero tampoco Puigdemont es Nicole Kidman y bien que luce sus encantos. Por fortuna aquí nadie enseña carnaza; esta es una película solo levemente pornográfica, un 'Imperio de los sentidos' sin frotamientos a la vista. Es cierto que el presidente Sánchez compareció ojeroso en Moncloa tras las negociaciones del decreto ómnibus y afirmó haber sudado de lo lindo, pero salió vestido de negro, posiblemente recién duchado, elegante, serio y limpio como un misionero mormón.

El sadomasoquismo es una disciplina electrizante, pero muy peligrosa porque las fronteras del sufrimiento nunca están demasiado claras y el que recibe puede hartarse y decidir que ya vale de moratones. Mientras eso sucede, a mí me da mucha pena el pobre Feijóo, sentado en la platea, mirando la escena con ojillos asombrados y anhelando secretamente el momento en que Miriam Nogueras repare en él, haga restallar su látigo y le diga con erótica brutalidad: «Ahora te toca a ti mover el culo, chato».