![De placeres, sin duda](https://s1.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/202206/28/media/cortadas/74578072-kBcG-U170558278320MqG-1248x770@Diario%20Vasco.jpg)
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Estaba yo el otro día frente al televisor viendo sin interés a gentes varias saltando, corriendo, etc. y me di cuenta de que, si algo ... había atrayente en ellas y para ellas, era ese pálpito de gloria que les nacía de sus mismos cuerpos, de sus esfuerzos que todo lo dieron en la última ansia de la carrera y el creer en su triunfo les iluminaba la cara.
Cada uno es libre de emocionarse como quiera o como sus flujos psicofísicos le marquen, pero lo cierto es que nunca han dejado de sorprenderme esas ambiciones con que tanta gente se exalta y observar como ciertos triunfos pueden marcar tan en gloria las facciones de algunos, atletas que a veces lo somos todos, que si la misma divinidad nos hubiera rozado con su dedo augusto nuestro cuerpo haciéndolo glorioso y aún hasta sin ese triunfo acaso fuera del todo necesario, asombra en ocasiones que un homenaje cualquiera nos haga romper las esclusas de las lágrimas en rostros hasta ese momento tan serenos.
A estas alturas de este escrito, creo yo que me sería conveniente hablar sobre el placer que es, en verdad, uno de los grandes astros de la cosmología humana y al que la misma filosofía, en su larga trayectoria, no se ha atrevido a definirlo y a estudiarlo aun desde los textos hedonistas, prefiriéndose dejarlo en ese amplio espacio de las sensaciones inconcretas, que entra dentro de lo posible que un placer proveniente de fastos de gloria pueda ser incomprensible para los que nunca gustamos de esas ambrosías, porque acaso estemos en el nivel del castrón eunuco que, por su condición de emasculado a ciertos placeres, somos incapaces de saborearlos derivados de esa actividad gimnástica, pero a pesar de ello se me antoja que no es ese condicionamiento el más importante a la hora de valorar placeres según de qué tipo.
Creo, más bien, que en esa clase de placer emocional obran también otros factores directamente relacionados con la psique del sujeto de que se trate, fenómenos impulsivos más que reflexivos en los que entra una como gran carga psíquica, acicates que tienen su fundamento en un islote de fragancias, sueños de ilusión, quimeras procedentes de equilibrios mentales que van creando como fantasmas a conseguir, delirios de medallas que son como cabalgatas de la fantasía que fueron como almenas que abatir, paraísos que conquistar, toda una gama de sensaciones imponderables que van adueñándose del ánima del sujeto tan tenaz que ni se para a observar de qué esencias íntimas le nacen tales pujos de gloria...
Y, si tales cosas decimos de los héroes en cuestión, de los que, advertidamente o no profundizan en los pozos de esas emociones, ¡qué no decir, y hasta con más razón, de los que, siendo incapaces de gozarlo por sí, se conforman con gozarlo en los demás!, especie de cyranos de tan versátiles capacidades que son capaces de establecer relaciones íntimas igualatorias con el héroe vencedor, acaso una simple razón de simpatía; en ocasiones, una mera vecindad; frecuentemente, solo la sombra de una bandera que ondea sobre el territorio en que ambos conviven!...
Curiosamente, he aquí por donde se nos asoma, una vez más, esa arborescente ramificación de las nacionalidades con todo lo que lleva implícito de discriminación, de antimestizaje, de aferramiento a viejos usos de clan, sentimientos de tribu que florecen en terrenos de prácticas universales, celebrado todo con especie de oraciones e himnos, tremolar de banderas al viento, podios sobre los que degustar el céfiro de esos héroes que, como se sabe, hemos heredado de la vieja mitología clásica.
Acaso sea verdad, como del mismo evangelio corroborar se puede, que tales pujos nos asaltan desde la niñez y en tanto perseveran que ni siquiera descansan en la ancianidad haciendo que los rasgos infantiles duren toda la vida y accédase con ellos a los modos y sentires de las delicias de la gloria celestial.
¿Será todo, pues, un simple problema de máximos y mínimos?... 'Como ángel con grandes alas de cadenas!', vio el bilbaíno Blas, gran poeta entre los grandes, a ese hombre doliente y herido, 'ángel fieramente humano' que fue el sujeto perenne de su poesía profunda; ese hombre que, sin duda embargado por el tremendo peso de la existencia, se situaba tan más allá como acá, desleído que se hubiere en las filosofías de los existencialismos de moda. Y cabe suponer, sobre todo, que esas grandes alas encadenadas no son, en rigor, otra cosa que el batir de las ansias y ambiciones vertidas en placeres tan nítidamente presentes para tantos en sus aventuras...
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