Noventa años dan para mucho si se posee la inquietud, la liberalidad y el talento ejecutivo que atesoraba Leopoldo Zugaza. A él le cundieron para crear asociaciones y entidades (cine-club Fas, Instituto Labayru de Derio, Photomuseum de Zarautz, Instituto Bibliográphico Larramendi...), galerías y museos ( ... Euskal Herria de Gernika, Arte e Historia de Durango, Museum Cemento Rezola...), ikastolas, bibliotecas, festivales musicales, literarios y artísticos... Como editor, publicó revistas y libros de creación, pensamiento, lengua, ciencias sociales, rescatando del olvido algunos imprescindibles; además de haber sido el primero en apostar por un naciente Bernardo Atxaga. La lista de iniciativas concebidas y llevadas a cabo a lo largo del tiempo y del espacio por este hombre de exquisito gusto e incansable capacidad no cabría en el papel.

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Antes de dedicarse por entero a su pasión, se la ganó como cobrador de autobús, mecánico de camiones, proveedor de materiales de construcción... Pero siempre, desde que tuvo conciencia, le acompañó la curiosidad, resorte que le llevaba a imaginar e impulsar tantas cosas; curiosidad que últimamente echaba en falta en la juventud: «Nosotros carecíamos de casi todo y por eso éramos propensos al entusiasmo; a ellos casi nada les falta y eso les convierte en indiferentes».

Un factótum que ideaba, perfilaba, buscaba financiación y ejecutaba cuanto considerase bueno para la comunidad. Aun en medio de la incomprensión o del desdén. Véase que no le sobraron apoyos cuando propuso convocar la primera 'Azoka' de Durango, pues «las pocas editoriales de entonces (1965) no veían el interés. Esto da una idea de cómo estaba el espíritu de la gente». A la agitación de ese espíritu, en la convicción íntima de que las artes y las letras nos hacen mejores, se volcó nuestro hiperactivista cultural. Había tantas cosas por hacer... ¡y aún hay! (aquí habría que hablar de los proyectos que deja pendientes, como el Congreso sobre Periodismo Vasco en América).

Leopoldo Zugaza fue flor excepcional brotada contra la vulgaridad, el yermo de inteligencia y el silencio por decreto que siguió a la Guerra Civil y la posguerra. Trayectoria acompasada a la de una generación de autodidactas que, con escasos medios y en un contexto desalentador, dieron empuje a la sensibilidad y al conocimiento, a la salvaguarda de lo propio y la dignificación cultural.

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Como dijo Wilde sobre alguien de parecido tenor, hay personas que han ido al cielo por cosas más pequeñas. Goian bego.

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