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El país que fue su cuna amenaza con acabar siendo la sepultura del neoliberalismo. Es lo que proclaman en las calles de Chile quienes desde ... hace semanas exteriorizan su hartazgo por un sistema político, económico, educativo, policial y judicial heredado y democráticamente maniatado desde los tiempos de la dictadura del general Pinochet (1973-1990).
Recordemos que a partir de los años setenta Chile se erigió en país-laboratorio para el modelo neoliberal, experiencia conducida a distancia desde Chicago por el economista Milton Friedman. Se vendió la idea de que allí donde el Estado renuncia a su autoridad sobre la economía, se recupera 'el orden natural objetivo'. Esa pretendida vuelta al orden consistía en unos mercados desregulados, en la privatización de los bienes públicos y en el estímulo a la búsqueda del beneficio en todos los órdenes de la vida. 'Naturalidad' impuesta a sangre y fuego mediante las más atroces violaciones de los derechos humanos por parte de los militares golpistas. Como resultado, Chile creció espectacularmente en cifras macroeconómicas proyectando una imagen de éxito, al mismo tiempo que aparecía en los índices de reparto de la riqueza como uno de los países con mayor desigualdad del mundo.
De la mano de Margaret Thatcher, el experimento se trasladó a Europa en los ochenta. Mujer con ojos de Calígula y labios de Marilyn (en descripción de Mitterrand), su credo liberal era tan suigéneris que se permitía acusar a Nelson Mandela de terrorismo por combatir ese modelo de 'sana convivencia' que fue el apartheid. La Dama de Hierro influyó en buena parte de las derechas europeas, y también entre cierta socialdemocracia, logrando imponer sus ideas en la política comunitaria de la que ahora su país salta en marcha.
Así como hace treinta años, tras el derrumbe del Muro de Berlín, fervientes comunistas se negaron a aceptar su fracaso, hoy los neoliberales más dogmáticos rechazan hacer el saldo histórico de la experiencia. Su posición cognitiva responde al patrón que los lógicos escolásticos calificaban como 'pons asinorum', el puente en el camino ante el cual el asno se planta tercamente por no comprender la realidad que tiene delante.
Pero el asunto posee una entraña que va más allá de lo político. Pues el neoliberalismo, infundiendo el egoísmo económico, ha triunfado en su aspiración por «cambiar el corazón y el alma de la gente», como pretendía Thatcher. En esa guerra cultural nos ha sido arrebatada una parte de humanidad que se debería recuperar ahora. Aunque sospecho que apearse de este asno resulte bastante más difícil.
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