Las diez noticias clave de la jornada

U n 7 de marzo de hace 16 años ETA mataba a tiros en Mondragon a un trabajador, desvalido y desprotegido. Lo asesinaba por ser socialista vasco. Este buen hombre era mi amigo, Isaías Carrasco. Lo mató con perversión y malicia. Con regocijo. Para que ... su familia y los vecinos del barrio vieran cómo se desangraba. Querido amigo, sirvan estas reflexiones como homenaje para recordarte este año también. Y junto a ti, a todos nuestros compañeros asesinados para reconocerles su contribución a la consecución de la paz y la libertad. Porque sí, es cierto que no fuimos sólo los socialistas los que nos enfrentamos a la violencia terrorista, pero también es verdad que no fueron tantos más tampoco (junto a nosotros, Partido Popular, fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado, Jueces y fiscales, funcionarios de prisiones y unos pocos periodistas). Algunos de estos fueron diana del terrorismo sólo por hacer su trabajo en espacios de responsabilidad en los poderes y servicios del Estado; unos pocos por informar sin miedo y sin justificaciones del horror; los políticos – socialistas y populares – fuimos perseguidos para eliminarnos, no por pensar diferente sino por pensar de una determinada manera no coincidente con ser nacionalista vasco. Guste más o no, esa es la verdad.

Publicidad

Así pasen los años, puedo asegurar que no sólo no hay olvido, sino que siguen siendo duros emocionalmente para el socialismo vasco y español estos tristes días de tantas ausencias de personas imprescindibles: Germán González, Enrique Casas, Vicente Gajate, Fernando Múgica, Fernando Buesa, Juan María Jáuregui, Ernest Lluch, Froilán Elespe, Juan Priede, Joseba Pagazaurtundua, e Isaías Carrasco. Pero aún tristes, estos días son también días de memoria de la vida y verdad de nuestros compañeros. De su lucha por las libertades. Y con todos ellos, de reconocimiento todas las víctimas del terrorismo y la violencia, porque todas las víctimas son de las nuestras. Y a su lado, en ese triste universo de dolor patrio, pongo el foco hoy de nuevo en el recuerdo en las víctimas de la violencia de persecución: esos pacientes crónicos de intensos dolores físicos y del alma a los que nadie ve ni trata en esta 'Euskadi feliz' y poderosa de hoy en día; dolores que traen causa en décadas de persecución, odio y hostigamiento. Conozco, y me cruzo muy a menudo con estas víctimas, sobreviviendo por las calles de esta Euskadi nuestra. Veo a tantas que no puedo entender como hay tanto olvido en un país que debería estar tan lleno de memoria. Se preguntarán porqué sólo algunas personas las vemos. Y la respuesta es dolorosa: que hay tanto olvido como memoria dicen que han construido algunos en Euskadi. Esta reflexión no es fruto de la actualidad política ni del odio, porque no los tengo. Sólo es consecuencia de la responsabilidad que me interpela de preservar el respeto a la memoria de los que tanto perdieron para que hoy, la convivencia entre perseguidores y perseguidos sea posible en nuestro país tras un ciclo, no político como lo definen algunos, sino de violencia de más de 50 años. Sé que podría no portar esa obligación, como hacen muchos otros, pero me lo impide la conciencia de ser una superviviente, y la responsabilidad de serlo.

Confieso que no entiendo cómo tras más de 10 años del fin de ETA hay agentes políticos y sociales que no sienten suyo el dolor de las víctimas; el porqué no reconocen su sufrimiento con hechos, y no sólo de palabra; y cuál es la razón por la que no se asumen públicamente la injusticia del dolor causado a las víctimas, haciendo frente, cada uno, a nuestra responsabilidad sobre esa memoria.

Es, cuando menos inmoral, que la conclusión que saquemos al final es que es sólo es una época del pasado, y que la memoria es cosa de la edad, trasladando la idea perversa de que las generaciones más jóvenes deben hacer borrón y cuenta nueva. La memoria digna de las víctimas nos interpela a todos, para que exijamos a todos nuestros agentes políticos, sociales y culturales – uno a uno– reflexión, autocrítica y un cuidado exquisito en sus manifestaciones públicas, trabajando la empatía con las víctimas, evitándoles más dolor y sufrimiento

Publicidad

14 años después del asesinato de mi querido amigo Isaías, observo con preocupación que demasiados políticos están lejos de trabajar una memoria digna, pero también creo que les llegará el momento de rendir cuentas, de hacer autocrítica ante su pueblo, y de reconocer públicamente que no fue justo asesinar, perseguir, hostigar y excluir de la sociedad vasca a tanta gente, y tan buena gente.

Llegará ese día. Y como llegará, espero que vayan preparándose para estar a la altura.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad