El arte de escribir consiste en saber tachar», tal era la lección que José de Arteche daba a los periodistas en ciernes según nos contó el maestro Santiago Aizarna. Parece fácil tachar, más fácil desde luego que escribir, pero esto no siempre resulta evidente: en ... ocasiones cuesta ver lo superfluo y apearse del ringorrango o del giro caprichoso que ni aclara ni construye.

Publicidad

También la Historia, por lo que tiene de ordinario y necesario filtraje de la memoria colectiva, opera en su sedimentación escrita con tachones y expurgos. Y no pocas veces en esa decantación van al arrumbadero elementos que merecerían un mejor destino y una nueva atención. Contra ello se afanan aquellos historiadores que salen al rescate de páginas amarilleadas que puedan guardar mensajes o enseñanzas en torno a hechos y vivencias humanas no insignificantes del todo desde la perspectiva del presente.

Hace año y medio, el historiador urretxuarra Pedro Berriochoa dio a la estampa una biografía de Toribio Echevarría, 'Un eibarrés extraordinario', y ahora, en el cincuentenario de su fallecimiento, recupera a otro olvidado guipuzcoano, José de Arteche. Dos intelectuales que, con mínimos estudios, se formaron hasta la erudición a base de lecturas. Sendas vidas inscritas en el dramático siglo XX atravesado por la Guerra Civil y el franquismo, que el socialista sufrió en el exilio y el nacionalista vivió desde el interior. Considerado traidor por quienes desde la oposición le acusaban de acomodamiento al calor de la dictadura y separatista por los adictos al régimen, Arteche fue figura controvertida y ha quedado como incomprendida. Injustamente. Es claro que si hubiera sobrevivido hasta la Transición su lugar en la historia sería otro.

Tuvo como primera vocación la pintura, de lo que guardó el gusto por los sombreados paisajísticos y por los perfiles bien delineados en sus retratos de figuras históricas y de gente anónima. A lo largo de una larga trayectoria alternó el columnismo con los ensayos de vocación divulgativa pero no exentos de profundidad y densidad ética (véase su diario de guerra, 'El abrazo de los muertos', testimonio de la llamada 'tercera España'), expresándose con la misma calidad y soltura en castellano como en euskera en un estilo limpio y sencillo que conectaba con una amplia audiencia de lectores.

Publicidad

Con 'Recordando a José de Arteche (1906-1971)', editado por la RSBAP, Pedro Berriochoa ofrece un magnífico ejemplo de cómo escribir biografía consiste a veces en saber 'destachar'.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete los 2 primeros meses gratis

Publicidad