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Escribo esta columna desde el pueblo de la Serranía de Ronda en el que paso los veranos. El viaje ha sido confortable, dividido en dos etapas, con estancia hotelera y restaurantes de por medio, a través de autovías, principalmente. Aunque el viaje cubre el mismo ... trayecto que cuando cruzaba la península con mis padres, en nada se parece a aquellos desplazamientos. Salíamos antes de que amaneciera para evitar el calor -los coches no disponían de aire acondicionado- y comíamos huevos duros y filetes empanados,como ahora hacen muchos magrebíes, en algún área de descanso o un menú del día en aquellas ventas que había junto a las carreteras nacionales. Llegábamos a destino al anochecer, exhaustos, con las piernas entumecidas. Viajábamos peor entonces, qué duda cabe; sin embargo, la emoción ante el reencuentro de mis padres con su tierra y con su familia era imbatible. Supongo que porque los emigrantes no viajan: los emigrantes regresan.

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