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Una de las señas de identidad del 40 Congreso fue la voluntad de reanudar los lazos históricos con el viejo PSOE. Sin audacia, ya que a estas alturas el fundador, Pablo Iglesias, no entraña riesgo alguno, y en cambio siguen en el olvido los dirigentes ... de la República, con singular injusticia por lo que toca a Indalecio Prieto. Y sobre todo importaba lograr la soldadura con los presidentes socialistas de la democracia, y de modo especial con Felipe González. Pero la verdadera continuidad se establece respecto de José Luis Rodríguez Zapatero, habiendo sido el apóstol del diálogo, tanto respecto del islamismo como de ETA.
Al abordar su valoración política, existe coincidencia en señalar un parteaguas entre los dos primeros años, de auge entre 2004 y 2006, y el declive posterior, acentuado a partir de 2008. Desde Italia se le vio pronto como alternativa. Llegaron a hacer una película y publicar un libro de título elocuente: '¡Viva Zapatero!'. «La izquierda debe hacer una política auténtica», proclamó ZP, y la incipiente puesta en práctica de medidas contra el maltrato de la mujer o por la dignificación de los homosexuales, más actos simbólicos, como la visita a Mauthausen, confirmaron esas palabras.
La otra cara de la moneda vino pronto de su debilidad ideológica y del consiguiente voluntarismo para imponer sus decisiones ignorando la realidad, si esta le resultaba incómoda. Caso del yihadismo tras el macroatentado del 11-M, o del terrorismo de ETA, refugiándose en las víctimas de la Guerra Civil. O de Cuba, sobre la cual da un giro copernicano a la política española, marginando el apoyo a la democracia, un año después de la gran oleada represiva de marzo de 2003. De nuevo amigos, y para implementarlo, nombró embajador en La Habana a un excomunista inteligente y duro, Charlie Alonso Zaldívar. Fue el anticipo de la línea política luego puesta en práctica con Venezuela, y vigente hasta hoy, desde un supuesto 'progresismo' (valen comillas) que avala todo régimen que tal se declara anticapitalista sin más precisiones, sea o no democrático.
El decisionismo se impone así a la elección racional. Lo explicó el propio Zapatero en el prólogo a un libro de Jordi Sevilla, 'De nuevo el socialismo': «Ideología significa idea lógica y en política no hay ideas lógicas». Una vez adoptada una línea política sobre un tema de entidad, ha de ser sostenida a toda costa. Por eso su biógrafo Suso de Toro calificó al presidente de «bulldog»: fuerte, de apariencia tranquila, pero que cuando muerde una presa no la suelta, aunque le maten. En ZP, todo orientado a su ambición infantil de ser «príncipe». Único obstáculo: el bulldog es un perro poco inteligente.
La mezcla de tenacidad obsesiva y conocimiento incompleto, culminada en su visión de la crisis de 2008 como «desaceleración», se reflejó pronto en la respuesta al yihadismo del 11-M: el remedio fue fundar una costosa 'Alianza de Civilizaciones'. La Alianza no alió nada, y como en el caso del 'progresismo' exterior dejó una herencia nada despreciable: confundir la crítica al yihadismo con el ataque al colectivo musulmán. Así resulta desautorizado entre nosotros todo análisis de la dimensión yihadista de la creencia.
En la misma línea se sitúa el gran empeño de Zapatero: «pacificar» Euskadi, vía negociación con ETA. El debate actual se apoya sobre una falsa disyuntiva, reflejada en el uso del término 'violencia' en vez de 'terrorismo'. No se trata de vía política o vía militar, como aún insisten ZP y Eguiguren, tratando de imponer por reiteración que las negociaciones llevaron al fin de ETA. Y no lo hicieron simplemente porque, aun siendo necesarias, fracasaron en Loyola, si bien impulsando la fractura interna en la banda. Florencio Domínguez ha probado que la tregua de 2006 llegó por el debilitamiento de ETA y que si ETA se dirigió a la autodisolución larvada fue por su fracaso en los intentos de retomar la senda del terror desde 2007. Y no cabe decir que fue un factor positivo la inevitable tozudez de ZP, augurando el triunfo de «la paz», mientras ETA se rearmaba y practicaba la kale borroka, amen del «accidente» del atentado en Barajas. Luego todo salió bien por la presión policial de «los Estados», reconocida por Otegi y administrada por Rubalcaba.
Enigma: Venezuela. Primero, amistad con Chávez, en cuyo marco pudo acaecer el denunciado escándalo del embajador Morodo. La profundización en la 'fase Chávez' es necesaria, para luego entender la tenacidad de ZP, empleada a fondo en los últimos seis años al presentarse en la crisis venezolana como 'mediador' e ir decantando cada mediación a favor del dictador Maduro. Tampoco cabe olvidar el vuelo de la ministra Delcy a Madrid y su entrevista con Ábalos. Los hilos de la madeja, una vez enlazados, nos dirán quién es José Luis Rodríguez Zapatero. Hoy Sánchez discretamente sigue su estela.
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