El nuevo escenario geopolítico mundial aparece definido por un acentuado rechazo al orden liberal, la fractura del Derecho Internacional, la mayor utilización de la fuerza y las asociaciones y pactos agresivos y hostiles. Occidente lo sufre directamente por su decadencia y Europa porque no consigue ... convertirse, a través de la UE, en una realidad geopolítica. La guerra en Ucrania lo ha dejado patente a pesar de la sorpresiva actuación, por lo de inédita, de los países de la Unión.
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El proscenio actual ha recuperado el protagonismo de la OTAN, cuyo nuevo Concepto Estratégico se definirá en la cumbre de estos días en Madrid. En él se tratará el aumento del gasto militar, aspectos básicos de defensa, disuasión, inversiones, nuevos tipos de amenazas, medidas relativas a despliegues militares en Estados aliados vulnerables de Europa Central, tecnología e, incluso, una actitud dialogante con Rusia. Nuevos retos de quienes consideran este nuevo mundo como inseguro, expuesto y peligroso y de quienes, a partir de este argumento, abogan por un fortalecimiento de la Alianza Atlántica y una militarización extrema a pesar de los fracasos de Afganistán, Irak y, sobre todo, Libia.
Irónicamente, la guerra de Ucrania ha propiciado el renacimiento de una Alianza cuyos miembros no sabían ya muy bien, hace unos meses, para qué servía. En ese momento, los desafíos para la organización eran más internos que externos. Pero he aquí que llegó la guerra y todo cambió. La Alianza, sistema político y estratégico del que forma parte la OTAN (organización militar integrada), que antes del conflicto bélico padecía graves problemas políticos, ha recuperado protagonismo gracias a la invasión rusa de Ucrania.
Con este horizonte se celebra la cumbre en la capital de España, coincidiendo con el 40 aniversario de su incorporación a la Alianza (30 de mayo de 1982), en un proceso rápido que planteó el entonces presidente, Leopoldo Calvo Sotelo (25 de febrero de 1981). La cita será histórica si se consensúa el nuevo Concepto Estratégico (el octavo) y si se incluye, como quiere España que se incluya, la amenaza procedente del flanco sur europeo, en particular de la región del Sahel. De que ambas iniciativas tengan éxito depende su futuro y la superación de la crisis que la llevó a la intrascendencia.
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Claro que el riesgo que corre Europa, y particularmente la UE, es el de seguir siendo comparsa estadounidense. El orden europeo corre el riesgo de desfigurarse, posponiendo la autonomía europea y creciendo la dependencia e influencia del coloso norteamericano a través de la OTAN. Aunque la solución a este problema resida en la emancipación e independencia europea, desarrollando la Brújula Estratégica y su poder militar, mientras exista el vínculo de solidaridad entre ambos protagonistas la relación debe equilibrarse hasta la consecución, por parte de Europa, de la denominada 'autonomía estratégica'.
Mientras tanto, y a tenor de los profundos cambios en el panorama mundial, la relación trasatlántica debe ajustarse a ellos para mantener su fortaleza, su relevancia y para sortear las trampas que hacen que la democracia liberal corra peligro a ambos lados del Atlántico. Revitalizarla y superar las alternativas iliberales y populistas se convierte en un objetivo ineludible, no sólo de la Alianza, sino de las democracias que la integran. Claro que esto no servirá de nada si las mismas democracias no resuelven sus problemas internos (desigualdad, inestabilidad económica, pobreza, trabajo en la era digital, consecuencias pandémicas, entre otros.) demostrando que las expectativas para sus ciudadanos son mejores que las de las autocracias.
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¡Ojalá no fueran necesarias organizaciones militares como la OTAN! ¡Ojalá pudiéramos, si nos dejaran, desarrollar otro sistema económico y productivo más justo y equitativo! O al menos controlar y regular éste. De esta forma, la realidad desmentiría las supuestas e inevitables bondades de las guerras en las que siempre mueren los mismos y de las que sólo sacan rendimiento los que las organizan y controlan. Así podríamos evitar las peroratas patrióticas, el patriotismo insano y la manipulación bélica, embriagadora en principio y trágica cuando se manifiestan sus consecuencias.
En cualquier caso y partiendo de la realidad, la Alianza Atlántica y la OTAN necesitan muchos cambios. El más importante exige abandonar las viejas costumbres y adaptar la OTAN a la UE, y no al revés y, asimismo, superar por parte europea el misticismo que predica que la defensa del continente traerá la salvación sin hacer nada por lograrla. Siempre con el objetivo de la ya citada 'autonomía estratégica'.
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