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España no es Venezuela, pero la situación política tiene un rasgo común. Un presidente enrocado en una estrategia inútil de resistencia y la oposición crispada tomando con encono las calles de la capital. Maduro está encantado. Y Trump también. En esto coinciden los dos impresentables. ... España se ha vuelto de pronto un país tercermundista. El virus venezolano era contagioso. Qué desgracia tan grande. No es la economía, por una vez, sino la política. La clase política, más empeñada que nunca en ser un sector del entretenimiento, como decía Frank Zappa, suministrando emociones fáciles e intrigas intensas a los votantes para que no vean la verdad. La verdad digital de la economía. La dura realidad de los números y los algoritmos.
Ya sabíamos que no era necesario un «relator» para contarnos más mentiras sobre Cataluña mucho antes de que Sánchez tirara de la cadena para hacerlo desaparecer como si nunca hubiera existido. Pero tampoco necesitamos manifestaciones patrioteras para recordarnos lo peor de lo que fuimos y hacer feliz a Puigdemont. Este goza viendo en pantalla Oled de 95 pulgadas, en el palacete subvencionado de Waterloo, a la bandería españolista clamando contra Sánchez por su culpa. En cuanto comience el juicio a sus colegas, Puigdemont esgrimirá sin complejos el relato del fantasma franquista al que opone su resistencia democrática la Lego república catalana.
Hemos entrado en un mundo donde las palabras ya no significan lo que dicen los diccionarios, sino lo que quieran los usuarios más deslenguados. La rueda de prensa de Carmen Calvo debería ser objeto de estudio en universidades y academias, y en algún tribunal, como fenómeno de incomunicación total. Nadie gastó tanto tiempo y paciencia ajena, difundiendo tanto humo y tinta de calamar, para no decir nada. O solo decir: ni sé lo que estoy diciendo, importa que lo diga, no que se entienda, ni entiendo nada de lo que digo, ni lo pretendo. Con razón Sánchez, un experto comunicador, se negó a glosar las esotéricas explicaciones de Calvo. Este hombre está empeñado en demostrar que es capaz de todo, hasta de agotar la legislatura, con tal de salirse con la suya. Son malos tiempos. Podemos se hunde y Vox asciende. Los socialistas aguantan a duras penas. Y el PP comparte la incertidumbre y los nervios con Ciudadanos. Hasta 2020, salvo sorpresas, no habrá otro escenario de ficción en todas las pantallas, como augura su 'manual', que la resistencia de Sánchez contra todo y contra todos. Caiga quien caiga.
Si alguien había pensado que la política española iba a matarnos de aburrimiento, mientras la economía nos sobrecogía con escalofríos indignos de una película de terror, no podía estar más equivocado. Mientras Sánchez prosiga con su estrategia numantina, y la oposición se preste a ser la comparsa grotesca de sus intereses, tendremos distracción asegurada. País, que diría Forges.
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