¿Quién va a pagar el MAGA?
Sabiendo que la democracia solo se defiende con más democracia, la oleada ultraderechista nos coge con el pie cambiado. No estamos fuertes
Roberto Lertxundi
Lunes, 2 de diciembre 2024, 06:24
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Roberto Lertxundi
Lunes, 2 de diciembre 2024, 06:24
'Make America Great Again' es la propuesta del reelegido Donald Trump, y lo cierto es que el resultado de las elecciones del día 5 nos ha recolocado a todos. Ya sabemos que el futuro inmediato va a ser duro, muy duro, en particular para ... los europeos que fuimos los 'dirigentes' del mundo occidental hasta la Segunda Guerra Mundial.
Desgraciadamente para los que entendemos la política como un servicio público, los estadounidenses decidieron poner su destino, y con ello la marcha del mundo, en un escenario donde las amenazas, la grosería, el insulto, y la acomodación de las leyes van a sustituir a las habituales normas democráticas. Un delincuente, organizador hace cuatro años de un intento de golpe de Estado, un fascista, como lo calificó Kamala Harris, va a estar ahí, dirigiendo en los próximos años el país más poderoso de la Tierra. Nos espera toda una batería de medidas con el objetivo del MAGA, es decir, más nacionalismo, más particularismo, más militarismo, más 'sálvese quien pueda', mientras sea de los míos… Los nombramientos del futuro gobierno lo corroboran.
Asistiremos a políticas más proteccionistas, a la subida de aranceles a la importación de productos por EE UU, al uso de la fuerza militar que implicará la desaparición de Palestina y una tregua forzada en Ucrania a favor del agresor, Putin, a la exigencia de aumento del gasto militar a los países de la OTAN –incrementar el porcentaje del PIB dedicado a defensa de cada país al menos hasta el 2,5%–, es decir, comprar armamento y tecnología militar a EE UU. Iremos a una convivencia mucho más desigual, infinitamente más desagradable que lo conocido hasta ahora.
Es lógico que la UE tenga problemas, que su influencia en el mundo tienda a declinar. Está claro que su actual poder político y militar está muy lejos de su poderío económico, y que su declive es, también, el declive de la democracia y los derechos humanos. Las economías de otras áreas mundiales nos sobrepasan con holgura: el actual PIB de China, que ha superado hace un par de años al de EE UU, los petrodólares de los países árabes y la creación de una política de alianzas de los rusos con India e Irán como interlocutores principales, disminuyen el papel internacional de Europa. Eso es lógico. Pero no la reducción de nuestros valores por parte de los norteamericanos. Esta es una batalla larga, ante la que todas las demás palidecen. Las ultraderechas se regodean ante un futuro brillante para sus intereses, donde Milei, Orbán, Meloni, Putin y Le Pen pueden plantearse, gracias al triunfo de Trump, objetivos políticos, no solo objetivos electorales.
El MAGA sólo puede llevarse a cabo a costa de otros. Y la UE corre el riesgo de ser más menguante a más velocidad.
Hace tres meses, en un artículo publicado en este medio, señalaba que habitualmente se suele decir que en EE UU da igual quién gane, porque es una plutocracia. Gane quien gane, siempre gana el dinero. Pero el asunto es más político e ideológico: las reformas posibles, los derechos de las personas e individuos, pueblos y naciones, países y áreas geográficas. Es obvio que esperábamos mucho de los ocho años de Barack Obama y nos defraudó. Pero fíjense en las enormes diferencias entre las políticas de Obama y las de Trump: sin comentarios
En España, el Gobierno de coalición de la izquierda y los nacionalistas lo tendrá cada vez más difícil. Es ya un islote entre los países desarrollados, y ese aislamiento llevará al país al limite, en particular después del fracaso del tripartito en Alemania, que celebrará elecciones el próximo febrero.
Con ese panorama, y sabiendo que la democracia solo se defiende con más democracia, es decir, ampliando y protegiendo los derechos, extendiendo los servicios públicos, estimulando de manera permanente la participación ciudadana, la oleada ultraderechista nos coge con el pie cambiado. No estamos fuertes.
En España se ha perdido la 'confianza en el adversario'. La tergiversación, las fake news, el 'al enemigo ni agua' están a la orden del día (el espectáculo de Mazón tras la tragedia de Valencia es escandaloso…). Si no somos capaces de restablecer esa confianza entre los agentes políticos, nuestros planteamientos, los de los demócratas, más allá de cualquier partidismo, fracasarán. Esto no es la Transición, todos a una, intentando enterrar el franquismo. Esto de ahora es más difícil, y nos pilla divididos. Como decía Manolo Vázquez Montalbán, «contra Franco vivíamos mejor», es decir, tener un enemigo nos unificaba, nos daba consistencia y solidaridad.
Que el MAGA no se haga a nuestra costa. La UE debe de ser un obstáculo insalvable para los objetivos de la ultraderecha. Ahí radica la esperanza de un mundo mejor.
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