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También esto pasará
Preferimos al PP en el campo de la democracia que en manos de la ultraderecha. Se tiene que manifestar sobre Donald Trump y sus políticas
Roberto Lertxundi
Jueves, 13 de febrero 2025, 01:00
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Roberto Lertxundi
Jueves, 13 de febrero 2025, 01:00
También esto pasará' es el título de uno de los libros más característicos de la extraordinaria escritora Milena Busquets. Alude a la muerte de su madre. Lo de Trump también pasará, pero hemos de lograr que sea con el mínimo de daño posible para la ... Humanidad. Porque pocas veces en nuestra historia reciente la tendencia a la ultraderecha ha crecido como ahora. Por si fueran pocas las expectativas en Europa occidental, en la UE, con Meloni, Orbán, Farage, Le Pen, los alemanes de Alternativa y su colega en Argentina, Milei, con la nítida victoria de Trump se ha abierto paso el peor nacionalismo y particularismo, el MAGA (Make America Great Again) en la esfera internacional. Junto al imperialismo más trasnochado, como si estuviéramos en los años 50 del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, y fuera necesario el 'líder del mundo libre', un 'sheriff' con el Colt a la cintura.
En ese ambiente, por más que los amigos profesionales de Trump y Elon Musk (¡vaya portada de 'Time'!) en España sean Abascal & Company, lo lógico sería el crecimiento del Partido Popular, que ya ha experimentado la alianza con la ultraderecha en cinco de las comunidades donde les resulta de utilidad. Pero, sin embargo, el PP no crece, sus expectativas están estancadas y sus líderes y seguidores, sumidos en el desconcierto que provocan los giros de timón de Feijóo (lo del decreto ómnibus ha sido de nota: falta total de perspectiva, de estrategia, objetivos a muy corto plazo, un desastre). ¿Dónde está el problema? ¿Por qué no hay una opinión sólida sobre la irrupción de Trump y su influencia en la ultraderecha europea?
El problema es político. El PP no es capaz de conseguir aliados, ni los tradicionales, derivados de PNV y CiU, ni los actuales, más allá del abrazo interesado de Vox. Y eso en España, donde las mayorías absolutas ya son impensables, es un problema irresoluble. El PP debería revisar sus políticas y sus objetivos estratégicos, singularmente en Cataluña y en Euskadi, en caso contrario la capacidad de resistencia de Pedro Sánchez siempre le vencerá, se sobrepondrá a cualquier contratiempo. Al menos para terminar la legislatura, verano de 2027. Luego, ya veremos.
Es un tema político. Como dice Bill Gates, en una reciente entrevista, hablando de Trump, «me preocupan las prioridades». Se refiere a la presunción del presidente de EE UU de volver a ser 'líder del mundo libre'. Como si 80 años hubieran pasado en vano desde la II Guerra Mundial. Como si la economía china no hubiera superado, hace ya años, a la estadounidense en PIB. Estamos en otra fase, y olvidarlo, lejos de resolver problemas, solo va a servir para enconar los ya existentes. Ni el mundo es 'libre', ni su jefe se llama Donald Trump. Si no fuera por el daño que sus decisiones ('órdenes ejecutivas' –si hiciera esto Pedro Sánchez...–) pueden causar, sería histriónico.
Y el rebrote de imperialismo. Lo de la intervención en Gaza es de una maldad absoluta, imagínense que los alcaldes de Auschwitz o Birkenau transformaran los campos nazis en parques de atracciones, para diversión de la población infanto-juvenil, ¡Qué basura! Por favor...
Es un problema de democracia. Esta continuará, sin duda, después de Trump. Pero ¿cómo será?
La democracia, que en su expresión más genuina es el voto y la participación, el respeto a las normas y a los resultados mayoritarios y minoritarios, esa democracia está en riesgo de cambios sustanciales. Por eso, todos los que vivimos bajo y contra el bestial franquismo estamos preocupados. Y habrá, de nuevo, desde posiciones muy variadas, que defender lo básico: la democracia como sistema de convivencia. Hace poco, en un encuentro con un amplio grupo de jóvenes, hubo quien planteó con insistencia lo de un «dictador bondadoso» como alternativa a los desajustes y corrupciones de la política española. Me dio un vuelco el estómago. Porque la democracia significa que la capacidad de decisión descansa en la opinión ciudadana. Si renunciamos a dirigirnos a nosotros mismos, seríamos idiotas. La historia de la Humanidad es terca y olvidarla, propio de débiles mentales. Ningún dictador es bondadoso. La obsesión por el poder y su exhibición es absoluta. ¡Ojo con bajar la guardia! En el tardofranquismo decíamos aquello de «berrogei urte eta gero, hau¡», «¡después de 40 años , esto!». Mucho cuidado, los derechos tardan mucho en conseguirse, pero pueden desaparecer en un plis plas.
Volvemos a Bill Gates. «Es inquietante que los objetivos básicos no sean comunes (salud, beneficios económicos compartidos, investigación, desarrollo científico...), que no se compartan los hechos, ni el respeto mutuo». En ese panorama, todo el mundo tiene que posicionarse. Y eso le queda pendiente a la derecha española. Se tiene que manifestar sobre Trump y sus políticas, replantearse sus alianzas y sus estrategias de mayorías. Estaría bien revisar su relación con Vox, porque si no se delimita con claridad, le acabará parasitando. Y, obviamente, preferimos al PP en el campo de la democracia que en manos de la ultraderecha.
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