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El sonido proporciona información valiosa sobre cosas ocultas o lejanas, inaccesibles al resto de sentidos, pero que demandan atención por ser relevantes para la vida (amenaza, peligro, socorro, alimento…). No todos los sonidos son iguales para el cerebro: los que tienen significado distintivo para la ... vida emocional y social (nuestro nombre, el llanto de un bebé, una canción o un grito) se procesan de forma especial. El llanto y el grito son sonidos peculiares pues indican que algo no marcha bien y hay que actuar. Estas señales básicas están ya presentes en el mundo animal. Entre los primates son tan estridentes que se oyen en medio de la selva. Los chillidos para alertar de la presencia acechante de un águila, un leopardo o una serpiente difieren entre sí. Es un código de comunicación para preservar la supervivencia del grupo y de la especie. A menudo se adelantan al peligro y se muestran inquietos y emiten sonidos minutos antes de un terremoto o un tsunami.
La reformadora social Florence Nightingale escribió que «el ruido innecesario es la más cruel falta de cuidado que puede infligirse en la salud y en la enfermedad». La contaminación acústica es un efecto adverso serio del progreso. El estrépito del tráfico, la sirena de una ambulancia, un martillo neumático, el griterío de un estadio o la bulla a la salida de un bar de madrugada dañan el oído y el cerebro. Y el sistema auditivo va degenerando paulatinamente. El perjuicio depende de su intensidad, aunque la falta de armonía también altera la función nerviosa, en especial la tranquilidad. Nos hacemos sordos, cada vez necesitamos que nos hablen más alto y gritamos más. Así se cierra el círculo vicioso y dañino. Las personas con hipersensibilidad acústica no soportan el más mínimo ruido. Su causa biológica se ignora. De su conocimiento depende el desarrollo de terapias prometedoras. La aversión al bullicio es frecuente en personas con autismo y demencia.
El ruido excesivo, inherente a la vida moderna, ejerce un efecto nocivo sobre la salud cardiovascular y cerebral. Según la OMS, la contaminación acústica causa o favorece 3.000 muertes anuales por infarto cerebral o cardiaco. El ruido continuado o estruendoso incrementa el nivel de corticoides en sangre y activa la amígdala, ambos marcadores del estrés. No es extraño que las curas de silencio se hayan hecho populares. El silencio puede ser beneficioso y liberador por un efecto directo o por reducir la ansiedad. Así, la meditación es una práctica en silencio que disminuye el estrés y transforma el cerebro pudiendo mejorar la atención, la memoria y el control emocional. Finlandia lidera el mercado y no deja de ser irónico que tenga una tasa de suicidios tan alta. Aquí destaca el valle del Silencio en el Bierzo leonés. Cuenta la leyenda que el valle surgió cierto día en que San Genadio meditaba en su cueva. El murmullo del río no le permitía concentrase y golpeando con su bastón, dijo: «cállate» y el río dejó de hacer ruido. ¡Quién fuera San Genadio!
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