Francisco Franco pensaba que su propia personalidad se había forjado en Marruecos. Con el tiempo, su simpatía hacia el pueblo marroquí se vio reforzada por la lealtad mostrada por sus tropas moras durante la Guerra Civil, pero aun antes, en plena guerra del Rif, estimaba ... la astucia de sus adversarios hasta convertirla en patrón para su propio comportamiento. Era lo que los rifeños, con palabras españolas, llamaban «saber manera», esto es, 'la malicia del combate', consistente en disimular los propios movimientos, observar los del enemigo y golpear entonces por sorpresa. Una vez destacada la importancia de 'saber manera', en su autobiográfico 'Diario de una bandera', de 1922, Franco aplicará la táctica al aplastamiento de sus enemigos políticos: dejar que se hicieran visibles y entonces «hundirles los dientes hasta el alma». Claro que semejante sabiduría no le sirvió para evitar ser sorprendido por Mohamed V, apenas lograda la independencia, con el ataque a Sidi Ifni. Franco lamentó la falta de agradecimiento del sultán, ignorando que esa virtud no figuraba en el arsenal de 'saber manera'. Sánchez puede quejarse de lo mismo ahora, después de tantos apoyos internacionales, incluso en el tema del Sáhara.
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La evocación del episodio dista de ser inútil al encarar la crisis actual. El Gobierno español corre el riesgo de cometer sucesivos errores si no profundiza en la lógica de comportamiento perfectamente legible en la actuación de Mohamed VI, y en el sistema de valores que la sustenta. Para entenderlo conviene olvidarse por un momento de Edward Said y leer 'The Arab Mind' de su denostado Raphael Patai. A la vista de lo sucedido, cabe comprobar que el rey de Marruecos persigue un objetivo escalonado, con sus dos fases enlazadas: primero, la derrota simbólica de España, reconociendo la soberanía alauí sobre el Sáhara, y a continuación, anexionarse Ceuta y Melilla. Lo primero sirve de plataforma para lo segundo.
El incidente del líder saharaui ha sido un pretexto inmejorable para activar esa dinámica en un momento difícil para Mohamed VI: la oposición masiva del pueblo a la alianza con Israel, impulsada desde Washington. Pudo haber sido el tema de las aguas territoriales, pero este es más eficaz, al colocar en primer plano el orgullo nacional, ligado indisolublemente a la figura del monarca. A Hassán II la maniobra le salió perfecta con la Marcha Verde; su hijo espera lo mismo de la 'marcha negra' recién iniciada. Como en 1957, el agradecimiento por el apoyo español en Europa, la ayuda económica, los rituales de profunda amistad –olvidados por Sánchez– no cuentan para nada. Estamos ante un conflicto en el que los valores de la personalidad musulmana se integran en un marco de lucha estrictamente maquiavélico.
El Derecho Internacional tampoco cuenta para Mohamed, pero debe ser una referencia básica para España. La prestación humanitaria al líder enfermo se inscribe en la conducta de un Estado soberano, que no ha reconocido la anexión del Sáhara por Marruecos y que además pondrá al asistido a disposición de la justicia, acusado de graves delitos. Ante ello, el rey (escondido ahora detrás de su embajadora) afirma un derecho de injerencia en la política española, no solo mediante una lícita protesta, sino con una agresión solapada a los principios de buena convivencia, cerrada con un ultimátum. La vía diplomática habitual ha sido sustituida por la amenaza de una guerra fría de Marruecos contra España.
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El término clave es el de 'humillación', de uso común en el islamismo frente a Occidente. Al negarse el rey a sufrirla, se impone la 'humillación' de España, inclinándose ante la exigencia marroquí. Por eso ahora sería inconveniente la intervención de Felipe VI, signo de debilidad; la de su padre avaló la cesión del Sáhara ante la Marcha Verde. La conducta agresiva de Mohamed VI presenta su actitud como una afirmación de virilidad (muruwwa), suya y de su pueblo, ante un adversario que debe 'perder la cara' (wajd).
Un perfecto ejercicio de 'saber manera', aprovechando la debilidad del Gobierno Sánchez, para crear una situación insostenible, que este solo puede salvar desde la cohesión nacional, conjugando la firmeza que procede del Derecho Internacional con la oferta permanente de regreso a relaciones cordiales. La cesión de fondo confirmaría el acierto de la táctica alauí de cara al futuro.
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Mohamed VI pretende ganar la partida por un procedimiento clásico: hacer la vida imposible al adversario, tal y como el Profeta logró la rendición de La Meca. España se encontrará ante el dilema de restringir el humanitarismo en la recepción de inmigrantes o de aceptar una invasión real. Conviene recordar que en esta 'marcha negra', como antes en la Marcha Verde, no es que el rey de Marruecos autorizase la entrada de masas en el Sáhara o en Ceuta, sino que la organizó, entonces con las tropas en retaguardia.
Europa puede ayudar, pero lo esencial es que Biden rectifique la política de Trump, empujando a la agresión a un nuevo aliado frente al anterior, con tal de reforzar al siniestro Netanyahu. No lo hará, y toca entonces pagar simbólicamente a EE UU con la misma moneda. Tampoco lo haremos.
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