Ni santa ni sorguiña
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
A 'Pasionaria' se le atribuía la cualidad pentecostal de que sus arengas eran entendidas en todas las lenguasSi dejamos de lado las opiniones políticas y nos ceñimos a su significación histórica, reconoceremos que no ha habido mujer vasca con mayor proyección universal. Nacida en la cuenca minera vizcaína, por sus modestos orígenes familiares y su limitada formación (careció de medios para realizar ... su vocación de maestra), nada hacía prever que Dolores Ibárruri se abriera paso en el masculinizado mundo de la política, y menos aún que con su voz y su palabra alcanzara dimensión ecuménica como referente para los movimientos antifascistas y anticoloniales.
Coincidiendo con el centenario de la fundación del Partido Comunista de España, llega a las librerías una exhaustiva y muy equilibrada biografía que se nutre de materiales archivísticos y fuentes documentales hasta ahora inéditos sobre quien fuera testigo, protagonista y también víctima de algunos de los principales acontecimientos que jalonaron el siglo XX: '¡No pasarán! Biografía de Dolores Ibárruri, Pasionaria', escrita por el periodista e historiador Mario Amorós (el jueves se presentará en Donostia, sala San Jerónimo).
Entre lo mucho interesante que aporta su lectura, destacamos un par de cosas. Primeramente, el dolor con que, premonitoriamente, fue bautizada y que la acompañaría toda su existencia. Su infancia y juventud en un medio extremadamente pobre; el matrimonio fallido; la maternidad trágica (enterró a cuatro hijas y un hijo); las dos guerras, los fracasos y derrotas políticas. Pero también su impresionante resiliencia. «El nombre de Dolores Ibárruri es sufrimiento en la lucha, en la lucha dirigida a la destrucción del sufrimiento», escribiría el cineasta Seguéi Eisenstein.
A la devoción socialista llegó desde el desencanto como católica (y este nos parece un segundo aspecto importante) que dejaría notable huella en su estilo y actitud vital. Las metáforas evangélicas de que se servía, más su austero atuendo y el seudónimo de 'Pasionaria', la revistieron de una aureola casi sacra; más aún, los suyos le atribuían la cualidad pentecostal de que sus arengas en castellano eran entendidas en todas las lenguas.
Para unos santa, sorguiña para otros, Dolores evitó ser devorada por su personaje y siguió trabajando hasta el final por unos ideales de profunda carga humanitaria. 'Pasionaria', hoy, es un vocablo sin fronteras, lugares y monumentos guardan su memoria, y la consigna de '¡No pasarán!' vuelve a escucharse cuando nuevos fascismos amenazan con resurgir. Una hermosa posteridad, sin milagros ni hechicerías.
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