![De lecturas, ¡cómo no!](https://s2.ppllstatics.com/diariovasco/www/multimedia/2023/11/21/89250034-kUuD--1200x840@Diario%20Vasco-DiarioVasco.jpg)
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Dejó manifiesto en el año 1921 Lord Dunsany, maestro o sugeridor de algunas de las visiones suprarreales de Lovecraft, que «no escribo nunca sobre las cosas que he visto; escribo sobre las que he soñado». Se lo he escuchado también a otro prócer que nunca ... había escrito nada que no hubiera visto o vivido que, no lo digo por él, lo digo porque hay que referirse sin remedio a la gran masa de escritores que traté, que de ponerme a hablar de ellos, me sería estrecho por insuficiente el espacio del que dispongo. Pero quedan aún muchos otros especímenes y posiblemente los más numerosos (entre los que, quizás, yo mismo podría estar incluido ) de los que escriben de lo que leen, que es tan atrozmente posesivo el ejercicio del vivir que diría que no nos permite soñar al mismo tiempo y, por ello, hay que escribir de lo vivido o de lo soñado como Lovecraft.
Se impondría la dura exigencia de la elección, o tomo el tren y me convierto en turista o me integro a la sala de estar y a un buen sillón de orejas a urdir sueños (¡qué despilfarro de vida no vivida si no hubiéramos dado en aquella clave de d'Ors, don Eugenio, 1882─1954, que alambiqueó de la calderoniana 'La vida es sueño' a su 'El sueño es vida', !qué hallazgo' ). En definitiva, qué exiguas las opciones, únicamente dos alternativas nos quedan posibles para contactar con el mundo que, de ser así, creo que sobra decir por cuál me inclino.
Pero, afortunadamente (y habrá que felicitar al que lo haya encontrado), queda aún un tercer espacio, aunque con el riesgo de convertirnos a nuestra vez en letras (es decir en puro diseño de consonante o vocal), en que nuestro cerebro da en convertirse en manantial de saberes líquidos que para tan poco sirven, persiguiendo las vagas y vanas libélulas que dejaron volar otras personas en sus escarces creativos, libélulas voraces que a la manera del vampiro tan succionador (murciélago gelatinoso que nos sorbe la médula pensante en vez de la sangre), nos deja volando en círculos concéntricos sobre la miel de las letras...
Al llegar a este punto del ring en donde se nos va a anunciar pronto la derrota vital por K.O. , imposible olvidarnos de Unamuno (don Miguel, 1864─1936, siempre en liza, siempre inmortal, nuevamente presa a ser despedazada por jaurías varias a propósito de nuevas noticias suyas de las que se sabe hasta leyendo sólo periódicos) que en un su poema, y sabiendo lo grande que para él pudiera ser la poética en su producción literaria vino a declarar que 'Leer, leer, leer, vivir la vida/ que otros soñaron./ Leer, leer, leer, el alma olvida/ las cosas que pasaron./ Se quedan las que quedan, las ficciones,/ las flores de la pluma,/ las olas, las humanas creaciones,/ el poso de la espuma./ Leer, leer, leer, ¿seré lectura,/ mañana también yo?/ ¿Seré mi creador, mi criatura,/ seré lo que pasó?'.
Y puestos a leer que, a estas alturas es casi la única actividad a la que uno se atreve, cómo no aprovechar el espacio de que dispongo para releer viejos textos que es un gran placer el de rememorarlos leyendo los más adecuados a los momentos que vivimos en guerras y más guerras y que para mejor saber de su porqué a lo largo de los tiempos todos, escojo el titulado 'El sueño de los mártires. Meditaciones sobre una guerra actual' (Anagrama, 2018) de Dardo Scavino, y que es una maravilla llena de referencias. Aunque también referirme a escribir algo sobre algunas obras de amigos que acaban de salir a los escaparates de las librerías y parece como que me sería inexcusable no darme por enterado y, más aún cuando creo que, nunca sabré porqué, esos tales, de los que bien conozco su trayectoria literaria y bien sé por ello que merecen mejor crítica y no olvidos, que estoy refiriéndome en un primer comentario, al mejor poeta, en mi opinión, que vegeta por estos lares, un tal Jorge González Aranguren (San Sebastián, 1938), que cuenta en su haber con todo tipo de premios tanto en la poética como en la narrativa, y que acaba de ofrecernos un libro de veintiún relatos bajo el título de 'Con el cambio de la marea' (Editorial TREA), en los que su mundo, ese tan rico en historias tan sutiles encerradas en una prosa de magníficas resonancias y de insuperable calidad nos provoca admiración y gran placer lectoral. Me falta traer a estas pobres letras mías la obra de otro poeta, Isidoro Álvarez Sacristán (León, 1933), un escritor que ha batallado en dos frentes, el de la Poesía y el del Derecho, autor acostumbrado desde a entregarnos una obra cada año, quien para este próximo del 2024, nos regala el volumen intitulado 'Leonesidad y otras justicias' y, para terminar por esta vez, la 'XVII Antología del Premio Orola' que mantiene a sus expensas el amigo Fernando Orlando.
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