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Lo común, esos suicidios a la postre de los asesinatos a personas tan cercanas como a las propias esposas, puede crear un fenómeno antonomásico. De haber una oración de arrepentimiento, tantas veces en tan breve tiempo, no resultaría ser ilativa en modo alguno. Se barajan ... los dos mazos de cartas con sus respectivos poderes antagónicos: sentido o insensatez de la vida como el gran magma del existir, alfa y omega de los contendientes; luces y sombras que cada uno los maneja a su manera; vida y suicidio para dejarlos nombrados y resulta que los dos prosiguen distanciados como dos púberes amantes que no saben nada de lo que, sobre el tapete, se está jugando. Entender o no un sentido de la vida que se quisiera que nada tuviera que ver con la idea de la comisión de tantos suicidios de ese tipo como se dan, pero si así no fuera, el número de los suicidas sería como de aguas desbordadas por la riada inclemente, pues que, ¿cuántos son los que creen o piensan y meditan, hasta saborean acaso, la miel o el agraz de entender el sentido de la vida cuando es ahí donde reside el misterio, el secreto? Ni fe ni esperanza y acaso solamente, y tan sorprendente, el unto de la caridad, la tercera de las virtudes teologales de las que nos hablaba el ingenuo catequista Gaspar de Astete y lo seguimos soportando hasta que el derrumbe nos vino como el gran tsunami, carne y espíritu en su grande y doble congoja de dejar de pensar quien no quisiera volverse loco y quedarse mirando al arma en ese inconcreto lugar que se extiende con prolongaciones a cualquiera de los muchos bancos de infinitos parques por donde paseamos...

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diariovasco De suicidios