La historia de ETA fue tan dramática y tan dilatada en el tiempo que no es sorprendente que, pese a haber dado pie a un buen número de películas y series, siga aún siendo un semillero de temas para producciones audiovisuales. Prueba de ello es ... el largometraje 'La infiltrada', de Arantxa Echevarría, que se estrenó comercialmente ayer.
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Aparentemente, esta película rompe un cierto patrón en la evolución del cine sobre ETA. Y es que, en los años 70 y 80, la mayor parte de los filmes se centraban en los terroristas, olvidando por completo a las víctimas. Por el contrario, a partir del año 2000 el panorama se hizo mucho más heterogéneo. Se comenzó a dar protagonismo a las víctimas de ETA y a ofrecer una mirada crítica en torno a la organización terrorista. Así sucede, entre otras obras, con 'Todos estamos invitados', 'El comensal' o 'Maixabel', o con el episodio dedicado a Pardines en 'La línea invisible'.
'La infiltrada' no se centra en las víctimas, sino en la labor policial para terminar con ETA. En concreto, se basa en la historia real de una policía nacional que en la década de 1990 consiguió infiltrarse en la banda y fue clave en la desarticulación de un comando que operaba en San Sebastián. En este sentido, las exigencias del género –un thriller policial– podían haber dado lugar a una historia de pura acción, descontextualizada o con un retrato confuso, que dejara en un segundo plano la brutalidad del terrorismo. Algo así sucedió en parte con 'El lobo', de Miguel Courtois, un filme que comparte con el que ahora se estrena el acercarse a la historia verdadera de un infiltrado en ETA: Mikel Lejarza ('El Lobo'), que contribuyó a desarticular varios comandos en la primera mitad de los años 70.
Sin embargo, 'La infiltrada' supera el peligro de caer de caer en una banalización del terrorismo, sin perder un ápice de interés cinematográfico. Por un lado, la historia en sí está muy bien contada, manteniendo en todo momento la tensión. Y es que la infiltración en una organización terrorista es una operación peligrosa y llena de emoción y, por tanto, un buen punto de partida para un guion. No es casualidad que se hayan filmado historias semejantes sobre el IRA y otros grupos terroristas, con películas como '50 hombres muertos', de Kari Skogland. En 'La infiltrada', Echevarría logra mantener el interés durante todo el metraje, a lo que contribuyen las interpretaciones de Carolina Yuste y Luis Tosar.
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A la vez, Echevarría intenta que no nos olvidemos de que esta historia no es mera ficción. Por ello se incluyen al principio noticias sobre algunos de los atentados más conocidos o sangrientos de ETA, como el secuestro y asesinato de José María Ryan, o las bombas en Hipercor y el cuartel de la Guardia Civil en Zaragoza. Lo mismo sucede con una escena –que no menciono para evitar el 'spoiler'– en la que la protagonista es testigo, por casualidad, de un atentado. También el hecho de que, salvo los policías que intervinieron en el operativo, los demás personajes aparezcan con su nombre real, contribuye a dar al filme sensación de veracidad. Y es que, aunque el peligro del 'síndrome de Estocolmo' está presente, incluso en la protagonista, se aportan los medios para no dejarse arrastrar por ese impulso.
Asimismo, en otras películas anteriores, las mencionadas exigencias del género llevaban a veces a poner el acento en los errores de las fuerzas policiales en su lucha contra ETA o –sobre todo al hablar de la dictadura franquista, pero no solo–, se denunciaran los métodos de la lucha antiterrorista. De hecho, en algunos filmes los policías parecían casi peores que los etarras.
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'La infiltrada' evita también este error, haciéndolo sin didactismo, pues no dejan de mencionarse los problemas personales de los policías, los conflictos entre los diferentes cuerpos y fuerzas de seguridad, o las interferencias políticas en la labor policial. La película aborda también otras cuestiones de interés, como las relaciones de género dentro de ETA, que ya habían sido planteadas por largometrajes como 'Yoyes' o 'El viaje de Arián'.
Como es lógico, en un tema como este siempre hay cuestiones que se pueden debatir o criticar. Por ejemplo, muchos especialistas seguramente no compartirán una de las frases finales de la película, en la que se afirma que ETA fue derrotada no solo por la acción policial, sino también por «la sociedad». Pero ello no resta un ápice de verdad a una película que confirma el buen camino que el cine español ha emprendido a la hora de llevar la historia de ETA a la pantalla.
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