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La reconversión en mezquita del museo de Santa Sofía marca un hito decisivo en la agresión contra los valores culturales y religiosos del mundo actual, basados sobre la convivencia entre las grandes religiones. Representa también un acto intolerable por parte de un país miembro de ... la Unesco contra el arte de una brillante civilización, que culmina precisamente en la arquitectura y la decoración icónica del templo imperial bizantino. Y es en fin un punto de inflexión decisivo en la historia turca, ya que Erdogan rompe así con la modernización que la imprimió Mustafá Kemal 'Atatürk' desde la fundación de la República en 1923. Seguro que se mantendrá en la presidencia al alcanzar el centenario, Erdogan piensa en que para entonces habrán sido desmontados uno tras otro los pilares del Estado laico construido por su antecesor político.
Por otra parte, no es sino el punto de llegada de un prolongado conflicto iniciado cuando Mustafá Kemal elimina sucesivamente el sultanato (1922) y el califato (1924), logrando de este modo que un Estado-nación moderno reemplazase al Imperio otomano. El Ejército había sido el único sector de la sociedad turca que experimentó una tecnificación a fines del siglo XIX. Al llegar la derrota decisiva en 1918, Mustafá Kemal fue consciente de que la supervivencia de Turquía pasaba por borrar la tradición. Cuando lanza el 'movimiento de Defensa Nacional', el componente musulmán sirve aún para argumentar en defensa de la integridad territorial, y el obstáculo se plantea al suprimir el califato, la instancia superior religiosa, que ya le cuesta una primera escisión en el partido republicano, pronto repetida. El régimen de Mustafá Kemal desembocó en una dictadura pedagógica, entregada a la modernización del país. Solo después de su muerte reaparece el pluripartidismo. Y siempre a la sombra de un Ejército legitimado por la defensa de la secularización del Estado, materializada en sucesivos golpes. El primero determinó el ahorcamiento en 1960 de Menderes, que inició las concesiones a la práctica religiosa. Y así hasta el golpe blando de 1997 que excluye del Gobierno al partido islamista, en el cual milita el alcalde de Estambul, RecepTayyip Erdogan.
Antes y después, el problema de fondo siguió existiendo, sobre todo en la segunda mitad del siglo XX. Kemal pretendió suprimir el entramado religioso de cofradías, asociaciones, usos tradicionales, para sustituirlo por una forma de vida progresista, europea (igualdad de la mujer, escritura latina). Ejemplo, la prohibición del fez «que era sobre nuestras cabezas el emblema de la ignorancia, del fanatismo, del odio al progreso y a la civilización». Pero Turquía siguió siendo un país de predominio rural, de mentalidad tradicional, por contraste con el kemalismo de las grandes ciudades y de la costa jonia, en torno a Izmir. Y cuando a fines del XX lleguen el progreso y el éxodo a las ciudades, esa mentalidad tradicional, religiosa, los acompañará (con la ayuda financiera de Arabia Saudí). El CHP, partido kemalista, siempre fue minoritario. Con la crisis finisecular, moderación de lenguaje y organización electoral moderna, el AKP de Erdogan pasó a ser el partido dominante.
Estaban sentadas las bases para la reislamización, vista por Erdogan como proceso escalonado. Un tren, explicó, para en las estaciones mirando a la llegada. Hasta 2010 la cuestión era sobrevivir al secularismo implantado en el Ejército y la justicia. Desde entonces, al avance imparable del nacionalismo islamista, una proyección exterior neootomana y la exaltación del 'reis' Erdogan, se une el desmantelamiento de la figura de Atatürk. El fallido golpe militar de 2016 hizo el resto. Desde el intervencionismo en Siria y Libia a la supresión de derechos civiles y libertad de expresión, o al simbólico aplastamiento del pasado bizantino en Santa Sofía, Erdogan sustituirá con su imagen de líder de un nacionalismo islamista a la del fundador de la república.
Solo es el comienzo, ya que por una parte Erdogan asoma como líder de 'resurgimiento islámico', desde Bujara a Al-Ándalus, bajo el emblema de la mezquita Al-Aqsa, vinculándose a la idea de 'Dar al-islam' de Al-Qaida; y por otra se presenta como 'segundo conquistador' que cumple la profecía de devolver Santa Sofía al islam, siendo heredero de tres grandes sultanes: Alp-Arslan, el vencedor de Bizancio en 1071; Mehmed II al-fatih, conquistador de Constantinopla, y lo que es más preocupante, de Abdulhamid II, el último sultán autócrata, un sanguinario que impulsó la primera matanza de armenios en 1893, instauró un régimen de vigilancia generalizada bajo su dirección personal y suprimió el Parlamento. Eso sí, defensor riguroso del islam. El acto triunfal de ayer en Santa Sofía, expresión del neo-otomanismo del 'reis', al borrar el legado de Atatürk, nada positivo augura para la paz, ni para la propia Turquía.
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