Soberbios asalmonados
El oficio de vivir ·
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El oficio de vivir ·
Estimarse más de lo justo es soberbia y menos de lo justo, humillación: el punto medio es el orgulloCierto crítico teatral tenía una técnica para pulsar de primera mano el impacto de un espectáculo. Lo denominaba 'el sondeo salmón'. Consiste en aguardar en el exterior a que el público vaya abandonando la sala y, entonces, abrirse paso hacia el interior, a contracorriente, con ... la oreja bien puesta: lo que captemos en el tránsito desde la calle hasta el vestíbulo nos dará la medida del mayor o menor grado de satisfacción de los espectadores, si hay división de opiniones o cunde la indiferencia (esto último lo delatará el que salgan hablando del tiempo, de los resultados de fútbol o de lo crecidita que está la niña).
El sondeo salmón es inviable en las actuales circunstancias de distanciamiento interpersonal, de modo que descartemos su práctica durante la dFERIA donostiarra de esta semana. Pero damos aquí fe de su eficacia. Hace ahora cinco años, al término del fallido acto inaugural de la capitalidad cultural europea, remontamos cual salmones del Urumea en sentido contrario al gentío que iba desperdigándose por la ciudad desde el puente de María Cristina. La rotunda conclusión que obtuvimos fue que el prometedor espectáculo había sumido a miles de espectadores en la perplejidad.
Un tropezón lo tiene cualquiera y no costaría admitirlo: si una obra destinada al más amplio público (en la ocasión toda Donosti) no fue entendida por la inmensa mayoría, resulta obvio que el problema no radicó en el receptor sino en el emisor; simplemente habría que ver por qué no funcionó, si por la concepción misma, por la elección de los medios o hubo causas de tipo técnico. Pero el autor del gran espectáculo popular cayó en lo más impopular sacudiéndose con arrogancia de toda responsabilidad.
Es soberbia estimarse más de lo justo, quererse menos de lo justo es humillación, y el punto medio se halla en el orgullo, explica en su 'Ética' Spinoza. Puede que las artes y la política, por su propia posición dentro del gran teatro social, favorezcan más lo primero que lo tercero. Últimamente hallamos otro ejemplo de hiperinflación del ego en el homenaje autotributado por Aznar con motivo de los 25 años de su primera victoria electoral. Ante todo el país ha querido reivindicarse como un hombre de sólidos principios, de inmaculada trayectoria y pagado de sí. Ignorando que quien no es capaz de reconocer un solo error se destapa como alguien inseguro, torpe y oscuramente acomplejado. Patético salmonete que nada a contracorriente sin llegar a ninguna parte. Soberbio, en el peor sentido.
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