La verdad es que la Gramática sirve para mucho más que para inmortalizar a sus creadores, entre ellos, a un tal Antonio de Nebrija, cuya ... existencia y trabajos se han visto realzados en esos cercanos días de hace pocas pasadas semanas en la que concurría una de sus celebraciones. Y, en cuanto a la importancia de ese estudio gramatical se nos transparenta mayestática cuando con 'sólo poner o quitar una sola letra' hay como una gran conmoción en los distintos olimpos donde ejercen su envidiable poder los dioses, como resulta con ese añadir de una sola letra, la 's', que al tratar de hablar de Dios resulta ser como la entrada apestosa de la pluralidad en la mansión de la singularidad.
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El pavor se diría de los dioses únicos de las muchas varias religiones en pugna abierta con los tantos y tantos de su mismo poder, que me parece a mí que es como la mejor ocasión para ir fijándome mejor en la magia de los espejos, que a nuestro paso se nos van mostrando, asaltándonos como bandadas de tribus de dioses y diosecillos que el ingenio o el temor humano va inventando mientras vamos como jugando con 'el morir tenemos' tan sacramental puesto en boca de los hijos de San Bruno. Pero con el que jugamos todos en una especie de juego familiar, algo como el de un parchís o el de la oca, o como jugando con aquel juego poético del gran Adriano en su lecho de muerte con su «animula , vagula, blandula,/ una especie de canción a la almilla voladora, compañera del cuerpo que hay que soñarla ya yendo por parajes pálidos, yertos, desnudos, el cetro y la corona más divina que regia yaciendo ya para un definitivo descanso», como no hay ninguna duda que nos ocurrirá a todos truéquese si se quiere la almilla por una familia de gusanos tan activos, tan juguetones que saben divertirse solos haciendo piruetas mágicas.
Y que también saben unir convenientemente cabeza y cola para dar saltos circenses tan inimitables y como ocurre con todas las cosas aviejadas en las que desembocan nuestras edades, de parecida manera como sucede si dejamos que un libro descanse por tiempo indefinido en su plúteo y con sus humedades y asfixias felizmente añadidas, aparte de algún que otro ácaro que tambien halló mansión o mesón en sus páginas, corre ante la luz que le embiste, sus demonios o daimones, saltan ágiles y agudizados en busca de nuestro recuerdo de sus fantasmas, demonios tan singulares que hasta pueden pasar de viejas ediciones o reediciones actuales aportando iguales aromas, que así me pudo ocurrir otro día cuando abrí un volumen al azar, y como casi siempre sucede, me encuentro con los goznes de un pensamiento enraizado en teológicos ribetes al mismo tiempo que en persistentes actualidades, es decir, un problema éste que se le ocurrió plantearse hace ya muchos años, a un ilustre personaje tan orondo en su físico como en su intelecto como fue un tal G.K. Chesterton (1874-1936) y que lo dejó escrito en un su libro titulado 'Orthodoxy', es decir, 'Ortodoxia' donde hay partes tan llamativas como 'El suicidio del pensamiento'.
De suicidios, de los que tanto se habla y de sus variadas gamas escribí mucho en viejos tiempos y se me despiertan memorias cautivas bien sea de sujetos entreverados de secularidad y que hacen recordarme nombres de suicidas notorios y de muy variado origen, algunos como de rabia ante el descontento que les creaba el mundo de su entorno, que bien puede ser por muchas otras causas, como, por un ejemplo, la que se me ocurre invocar y que pueden ser de amores tan vivos como ardientes por lo perdido que me es como por arte de magia que en este punto de esta escritura se me hace presente la imagen de la bella Melibea de amor tan vivo y ardiente por lo perdido, recitando aquel su dolor como lo cuenta que ('¿qué crueldad sería, padre mío, muriendo él despeñado, que viviese yo penada?' ...) y una torre, en tales circunstancias, no es otra cosa que roquedal de despegue que un ave de veloces vuelos, tales el águila o el halcón por los citar, usa; que así el alma enamorada transida de agonías tan hondas que lo que a su padre recita es que 'mi fin es llegado, llegado es mi descanso y tu pasión, llegado es mi alivio y tu pena, llegada es mi acompañada hora y tu tiempo de soledad', la cara y la cruz, la torre y el suelo donde irá a estamparse y a dejar una tan honda huella que se volverá radiantemente eterna para gloria de la literatura universal. Y que por más que confunda al intelecto, alivia el corazón y es el ver cómo los hijos crueles de los Dioses Solitarios salen de los desiertos y, cimitarra en mano, asuelan el mundo', que es que estamos inmersos en esa fiebre; que, para terminar, copio el párrafo con la deducción chestertoniana de que 'no es bueno que Dios esté solo', más aún cuando, en vez de dioses, se trata de endiosados ansiosos de ejercer su, por ellos supuesto, poderío...
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