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El envenenamiento y el accidente de automóvil fueron los dos métodos preferidos por los dirigentes soviéticos para acabar con sus adversarios políticos (y en ocasiones simplemente con los disconformes del propio movimiento comunista). El percance sufrido el jueves por el presidente Volodímir Zelenski invita a ... echar una mirada hacia el pasado, entre otras cosas porque responde al procedimiento clásico de un vehículo que se estrella contra el convoy presidencial en Kiev.
Sucede, sin embargo, que el método no ha salido siempre del todo bien. El atentado que pudo ser más famoso fue el que en 1973 costó la vida a los acompañantes del comunista italiano Enrico Berlinguer, que estuvo a punto de acabar con su herejía del 'compromiso histórico'. Sin duda sus propósitos eran ya conocidos en Moscú y así, aprovechando un viaje suyo a Sofia, un camión vino a estrellarse contra el coche oficial en el que viajaba. Por un azar personal, puedo escribir que la responsabilidad del Estado-vasallo búlgaro está fuera de dudas: ocho años más tarde, participé en un congreso de historiadores en Bulgaria, y en nuestros desplazamientos el tráfico era totalmente cortado. La hija del político italiano, Bianca Berlinguer, confirmó más tarde la autenticidad del atentado, del cual su padre salió herido; le invitaron a ser cuidado en Sofia y lógicamente él eligió regresar inmediatamente a Italia.
Otro atentado similar tuvo por blanco al más ilustre de los comunistas italianos, Palmiro Toglatti, a quien le fue dedicada a su muerte una ciudad y una gran fábrica de automóviles. Pero antes de eso, Stalin le ordenó en los años 50 que abandonase la dirección del PC italiano y pasara al frente del ya inútil Cominform. No aceptó y como premio recibió el atropello del camión. «Son cosas que suceden», comentó Beria. Peor suerte tuvo Alexander Dubcek cuando, al volver la democracia, quiso en 1992 reemprender su carrera política en Eslovaquia: sufrió heridas mortales en un confuso accidente al salirse de la carretera, por el cual fue acusado el chófer, antiguo funcionario estaliniano (tal vez después de perder el conocimiento antes del choque, Dubcek apareció a veinte metros del vehículo).
Conocemos bien la génesis de un atentado a figura menor por las memorias de Vittorio Vidali, conservadas en el Instituto Gramsci de Roma. Era 'un duro', me contaron quienes le conocieron, y hubo rumores de que participó en el asesinato del cubano Julio Antonio Mella y de la fotógrafa Tina Modotti. Lo evocó Diego Rivera en el famoso fresco de Frida Kahlo repartiendo las armas, en la subsecretaría de Educación en México. Pero por duro que fuese, se compadeció del maltrato que sufrían los comunistas huidos que llegaban a Moscú. Su queja le ocasionó una tremenda persecución, de la que solo se salvó al venir a España, con la ayuda de una antigua colaboradora de Lenin, la Stassova, convirtiéndose en el heroico 'comandante Carlos' del Quinto Regimiento. Pero Stalin no olvidaba: tuvo que visitar Moscú en la posguerra y allí le esperaba el atropello por el camión de servicio.
Los envenenamientos fueron de uso reiterado para rusos incómodos: los espías Litvinenko (2006) y Skripal (2018), el opositor Navalny en fecha reciente. ¿Cuántos más habrá habido? Luego están las muertes sospechosas: en agosto de 1964, la de Togliatti en Yalta, cuando acaba de formalizar la disidencia en su famoso Memorial, y un mes antes, en navegación hacia Yalta y en conflicto con el grupo dirigente soviético, Maurice Thorez, líder del PCF. Desaparecían de golpe los dos principales líderes comunistas occidentales, y ambos por hemorragia cerebral. Jrushov será depuesto en octubre del mismo año. Antes hubo rumores, muy intensos en Bulgaria, de que Dimitrov sufrió idéntica suerte en un hospital cuando se opuso a Stalin en 1948. Su hombre de confianza fue pronto ejecutado. Y después de la invasión de Praga en 1968, cuando el sucesor de Thorez, Waldeck Rochet, la condenó hablando de ese «cerdo de Brezhnev», una intervención quirúrgica en Moscú le dejó inútil para los restos. Cuentan que Pasionaria rehuyó desde entonces los hospitales de su amada URSS. ¿Y Santiago Carrillo? Siendo un maldito para la Unión Soviética, no le pasó nada. Tampoco renegaba del método. Cuando Ricardo Muñoz Suay en los años 60 requirió la devolución del dinero puesto en la producción de 'Viridiana', Santiago comentó que esto se arreglaba antes en la cuneta de una carretera, según cuenta Juan Antonio Bardem en sus 'Memorias de un hombre de cine».
La vertiente criminal forma así parte de la táctica de la eliminación del adversario, practicada desde Stalin por el movimiento comunista. ¿Quién mejor que un antiguo miembro del KGB para continuar la tradición? El más lúcido testigo de la primavera de Praga, Zdanek Mlynar, insistió en que los dirigentes soviéticos eran ante todo gánsteres. Fue el contrapunto negativo de todos aquellos comunistas que se entregaron a su causa –de Simón Sánchez Montero o Manuel Azcárate a nuestro Agustín Ibarrola– y no trajeron crímenes sino lucha por la libertad. Ninguna de las dos vertientes ha de ser olvidada.
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