El tema de nuestro tiempo
El oficio de vivir ·
Pregonamos un incondicional amor a la naturaleza, pero estamos dispuestos a escasos sacrificios para salvar al planeta de nuestros excesosSecciones
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El oficio de vivir ·
Pregonamos un incondicional amor a la naturaleza, pero estamos dispuestos a escasos sacrificios para salvar al planeta de nuestros excesosAl comienzo del curso 1921-1922, Ortega y Gasset impartió una lección universitaria luego recogida en el libro 'El tema de nuestro tiempo'. Resumido a la brocha gorda, plantea el filósofo madrileño que en la raíz misma de Europa y en su despliegue histórico se ... dio un desequilibrio entre las dos facetas humanas básicas: la dimensión puramente vital y la dimensión cultural. Siendo los griegos de la Antigüedad quienes primero se percataron de las potencialidades del intelecto (generador de las ciencias y de los productos de la llamada 'civilización'), su intento por desalojar la vida espontánea para suplantarla por el cálculo y la abstracta razón fue el tema característico de aquel tiempo germinal para Occidente.
Llegada la modernidad empezamos a vislumbrar que no puede someterse toda la vida al poder de la inteligencia. Pues la cultura solo es «una breve isla flotante sobre el mar de la vitalidad primaria». Con descubrimientos como la relatividad, el principio de incertidumbre o el inconsciente quedará confirmada nuestra incapacidad para ofrecer una explicación racional, absoluta y libre de paradojas del funcionamiento del mundo. Lo cual no significa la derrota del pensamiento como algunas veces se ha dicho, sino la constatación de que «la razón es solo una forma y función de la vida», y su capacidad transformadora un instrumento y nada más. En consecuencia, para Ortega, el tema de su tiempo, el de las generaciones de hace un siglo, residía en la reconciliación entre el 'Homo vitalis' y el 'Homo sapiens'.
Y hoy, ¿cuál sería 'el tema de nuestro tiempo'? Parece claro que en los últimos dos siglos, llevando a la hipertrofia nuestra capacidad de destrucción y de transformación del entorno físico, sin freno ni sentido sacral, hemos convertido el planeta en un latifundio de uso particular con la vida animal como prosaica granja. Por causa de la superpoblación y del afán depredador representamos una plaga que amenaza la diversidad y, a la postre, el porvenir de la vida. No hay peor virus que nuestra especie.
Animales egocéntricos, pregonamos un incondicional amor a la naturaleza (la retórica del 'bla, bla, bla' que denuncia Greta Thunberg) mientras los hechos transparentan una auténtica detestación: escasos son los sacrificios a que de verdad estamos dispuestos para salvar al planeta de nuestros propios excesos. El tema de nuestro tiempo, pues: ¿cómo desarrollar la inteligencia y la vitalidad, la razón y la espontaneidad, para evitar el suicidio de la civilización?
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