El otro día comí con un amigo en la plaza de Olavide, en Chamberí. En algún momento, mi amigo comenzó a explicarme cómo había que defenderse de un tiburón. No me pareció que el ataque de los tiburones constituyera una amenaza en ese barrio madrileño; ... pensé que quizá pasara temporadas en la costa, así que le pregunté dónde veraneaba y me respondió que en un pueblo de Jaén. Entonces me aclaró que se acababa de leer un libro sobre cómo defenderse de distintos peligros, bastante improbables en realidad. En todo caso, no me sorprendió que existiera un libro de esas características: soluciones concretas a peligros concretos. Temblar ante un tiburón es normal, lo dificil es explicar por qué temblamos ante el vacío; lo dificil es saber cómo vencer al miedo inexplicable que nos asalta en mitad de la noche. Dicen que para defenderse de un tiburón hay que taparle los ojos; diría que para defendernos de la angustia tenemos que tapárnoslos nosotros.
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