No se trata de una celebración para homenajear a matemáticos o ajedrecistas, a programadores informáticos o aficionados a los sudokus. Porque la lógica, además de soporte intelectivo de la actividad científica, de la investigación y la enseñanza, posee un incuestionable valor social «para la paz ... y la comprensión entre los pueblos», tal como señala la UNESCO en su declaración del 14 de enero como Día Mundial de la Lógica. En efecto, la lógica es un esperanto que nos abre a la comunicación y la comprensión mutua por encima de países, culturas y clases sociales.

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No hay nada más propiamente humano, ni por ello más democrático, que la capacidad de discurrir y de opinar con autonomía. De ahí que se haya dicho, exagerando tal vez, que 'el buen sentido' es lo mejor repartido en el mundo. Aunque su dominio exige esfuerzo y rigor, la lógica tiene la virtud de ayudarnos a deslindar las fronteras entre lo falso y lo cierto, a interpretar la realidad y a conocernos a nosotros mismos. Y es una preciosa herramienta de autodefensa frente a embaucadores, charlatanes y profesionales de la desinformación que intentan llevarnos al huerto.

Miren lo sucedido esta semana. Contundentemente derrotado en las urnas, Trump agavilló en Washington a gentes frustradas y enrabietadas, más dadas a debatir con puños y pistolas que con palabras, y las vomitó contra la sede y símbolo de la vieja democracia norteamericana. Fue la culminación de un crimen político que se ha estado urdiendo desde la cima del poder durante años a base de discursos tramposos y perversos, de bulos sin cuento ni comprobación. Hitler ordenaba adaptar los mensajes a la capacidad del más lerdo de sus potenciales oyentes. 'Subestima al pueblo y vencerás'. Como él, Trump también saca partido de que un tonel vacío suena en algunos oídos mucho mejor que un tonel lleno.

Contemporáneo de las tres últimas grandes contiendas europeas, Paul Valéry llegó a la conclusión de que las relaciones humanas se fundamentan en una disyuntiva: o lógica o guerra. Un planteamiento quizá maximalista, si bien es difícil no ver que donde gobierna la mentira −los sediciosos y sedicentes 'hechos alternativos'−, no hay posibilidad de comunicación ni de escucha mutua; la convivencia y la cooperación se hacen imposibles; la espuma de la violencia no deja allí de crecer.

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Por todo esto, el reconocimiento mundial de la Lógica un día al año opera como recordatorio del sentido racional que, en justo equilibrio con el emocional, funda nuestra vida en común.

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