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El automóvil es un sector muy complicado que se enfrenta a grandes retos. Algunos de ellos son estructurales y permanentes. Como la enorme competencia del sector, por donde pululan grandes empresas que compiten, con medios enormes y ferocidad terrible, en medio de un entorno absolutamente ... globalizado. Luego está, aguas abajo, una inmensa red de suministradores que, en diversas escalas, forman un entramado económico que aporta un porcentaje importante del PIB mundial y del empleo total. Tanto es así que constituye un estupendo termómetro de la coyuntura, porque cundo estornuda, todo el sistema se constipa.
En los últimos dos años le ha salido al sector un incómodo grano en España con el Gobierno y con los aspirantes a gobernar. O mejor dicho, el Gobierno y los aspirantes se han constituido en un factor de inestabilidad, al aportar grandes dosis de incertidumbre para el futuro. Primero fue la incorporación al Plan Nacional Integrado de Energía y Clima que introdujo una prohibición, lejana en el tiempo, pero total, de vender, a partir de 2040, vehículos que utilizasen gasolina, diésel, gas o, incluso híbridos de electricidad. La noticia causó una auténtica conmoción y el sector vio como sus ventas padecían bajadas relevantes al provocar las dudas del mercado y el despiste generalizado de los compradores.
Obviamente, anunciar una medida de este tipo con tan exagerada antelación -antes de que el sector haya definido con claridad las bases de su transformación tecnológica, antes de que las autonomías de los motores ofrecidos sean más acordes con las necesidades de los usuarios y antes de que las baterías permitan tiempos de recarga compatibles con las exigencias de los desplazamientos- añadió muy poco a los objetivos de defensa del medio ambiente, pero asestó una puñalada al sector, por cuya herida aún sangra.
Bueno, pues ayer y ahora el PSOE tropezó en la misma piedra al incluir en su programa de medidas para un acuerdo de investidura la misma prohibición y con el mismo plazo. Con una diferencia. Esta vez tardaron solo cinco horas en rectificar, dándole la vuelta al propósito. En la nueva redacción ya no se prohibe, ahora «se toman las medidas necesarias» para que en ese plazo no circulen estos vehículos. ¿Viene a ser lo mismo? Pues no lo sé, pero no pienso dedicarle al asunto demasiado tiempo. ¿Se imagina cuántos gobiernos y cuántos ministros y ministras de Transición Energética pasarán por el cargo de aquí a 2040? ¿Conoce alguien sus ideas al respecto? Pues eso, ya veremos. Solo una petición. Hasta ahora se han hecho todos los anuncios a espaldas o incluso en contra del sector, ¿Sería una insensatez hacerlo en adelante con su acuerdo o, al menos, tras conocer y contar con sus puntos de vista? No. Al revés, sería lo más sensato. Pero, ¡cuánto prestigio ha perdido la sensatez en los últimos tiempos!
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