A Trump le gusta el 'catch'
El oficio de vivir ·
Con un discurso brutal y eficaz en su género, agitando una sopa de pasiones fétidas, el rubio ha desnudado la farsaSecciones
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El oficio de vivir ·
Con un discurso brutal y eficaz en su género, agitando una sopa de pasiones fétidas, el rubio ha desnudado la farsaQuien le haya prestado alguna atención sabrá que el 'pressing catch' o lucha libre americana nada tiene de mistificación, no es un embuste pseudodeportivo. Sí se emparenta con el teatro, donde el engaño está 'pactado' entre la sala y la escena: peleas de hombres o ... mujeres física y emocionalmente semidesnudos sobre los que se descargan las tensiones de un mundo despiadado que divide a los humanos entre vencedores y vencidos. De manera a veces patética, a veces cómica, a veces circense, el juego del ring sublima el primer mandamiento de los humillados por el capitalismo: solo ganarás con trapacerías; o juegas sucio o pereces.
Personaje clave en ese género es el canalla o, como dicen en México, 'el rudo'. Fullero, cruel y arrogante, imprevisible y asocial, infringe el reglamento cuanto puede, pero si le conviene exige su estricto cumplimiento. Este cinismo excita las pasiones y deleita a una mayoría. La prueba: los luchadores que con más descaro desafían y ridiculizan 'el orden' sobre la lona merecen la consideración de héroes. A mayores indecencias y villanías, mayor alborozo.
Se supone que el árbitro, como figura de autoridad, debería mantener a raya al matón, pero ocurre lo contrario: no solo se muestra impotente para hacer respetar la legalidad, sino que a menudo colabora al aplastamiento de quien más necesita su amparo. A ojos del espectador, el 'referee' encarna la corrupción institucionalizada a favor de ricos y poderosos, la justicia tallada a su medida.
Gran aficionado al 'catch' y él mismo 'catcher' ocasional, Trump ha llevado a la política los no-principios de ese híbrido entre deporte y espectáculo. Durante su presidencia se ha acabado la retórica biempensante dándose así sepultura a los principios morales de la democracia americana: la escucha del oponente, la igualdad de oportunidades, el respeto de las leyes, el 'sueño americano' basado en el esfuerzo y el mérito. Valores todos ellos que han sido largamente violados por las élites y que ahora toca el turno a las plebes de pisotearlos.
Donald Trump, que viene del negocio del ladrillo tan menospreciado por los reyes Midas de las finanzas, supo canalizar la frustración de los esquilmados por cuarenta años de neoliberalismo. Con un discurso brutal y eficaz en su género, agitando una sopa de pasiones fétidas, el rubio ha desnudado la farsa por elevación. Pero la pelea, ojo, no ha hecho más que empezar. Setenta millones de estadounidenses acaban de votarle: siete millones más que en las elecciones de hace cuatro años.
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