Esta semana he sabido que los billetes desgastados y rotos que llegan al Banco de España se convierten en abono para la tierra. La práctica es una solución habitual en otros bancos internacionales. En Colombia, por ejemplo, los usan para regenerar bosques autóctonos. En circulación, ... el dinero tala el Amazonas, produce sequías, temperaturas extremas y fenómenos meteorológicos como huracanes o tifones, atenta contra la biodiversidad, acumula residuos, deseca ríos, lagos y marismas, llena de plásticos los mares, deshiela los polos, levanta urbanizaciones a pie de costa, satura el aire de emisiones de dióxido de carbono, enferma a los árboles, altera todos los paisajes.

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Por todo ello, no deja de resultar curioso que el dinero ayude decididamente a la tierra cuando queda fuera de circulación, como a ese tipo tóxico al que, al jubilarse, le da por colaborar con una ONG para acallar su conciencia.

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