En lugar del 'black friday' o del encendido de luces, en mi casa, cuando era pequeña, la Navidad comenzaba el día en el que mi padre llegaba de Aceros de Llodio con la cesta, que en realidad, solía ser una caja de cartón. Siempre dejaba ... que la abriera yo y sacara los productos de su interior, mientras los nombraba con vocación notarial: turrón blando, melocotón en almíbar, cava...
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Las fiestas después transcurrían para mí con algo de promesa incumplida porque arrastro la sensación de echar en falta algo estos días y no saber el qué. En la edad adulta, en alguna ocasión, cuando he recibido alguna cesta, la he vuelto a inventariar con ilusión infantil. Las manos sacan e inspeccionan, y también buscan y rebuscan a ciegas, como si fuera posible hallar en el fondo, entre polvorones y cuñas de queso, algo más sólido que el simple recuerdo de quienes nos acompañaron en aquellos tiempos de panderetas de juguete, reyes magos de chocolate y cintas de villancicos, y que ahora nos faltan.
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