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Una de las muchas razones por las que me ha gustado tanto '20.000 especies de abejas', de Estibaliz Urresola, es porque el pueblo que retrata -una especie de trasunto de Llodio- resulta bonito y feo a la vez. Hay planos en los que brilla ... la naturaleza y otros en los que destaca la grisura de las fábricas. Los personajes aparecen en hermosas localizaciones y, de pronto, al girarse, se ven envueltos en el feísmo. En Llodio, como en otras muchas localidades, conviven desde hace décadas el mundo rural y el mundo industrial. Las ovejas pastan junto a los polígonos. En la actualidad, esos dos mundos están en retroceso, por lo que darán lugar a un tercer espacio en el que, posiblemente, se impondrán soluciones urbanísticas y arquitectónicas generalistas. Los pueblos se parecerán mucho unos a otros, y ya no resultarán bonitos y feos al mismo tiempo. Serán menos inarmónicos, pero también menos interesantes.
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