El jueves pasado, durante las firmas que sucedieron a la presentación de mi novela 'La seca', se me acercaron dos chicos jóvenes. Uno de ellos me explicó que eran de un pueblo de Segovia, que había organizado allí un club de lectura y que había ... elegido mi novela para abrirlo. Añadió que estaban de visita en Bilbao, que decidieron acercarse a la biblioteca de Bidebarrieta y que se habían encontrado, por casualidad, con la presentación del libro seleccionado para el club de lectura. Me dijo que el pueblo se llama Caballar y que tiene –me quedé con el dato– setenta habitantes.
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El hecho de que ese chico estuviera en la presentación de mi libro en Bilbao fue una feliz casualidad, pero que se trate de un joven que, tras terminar sus estudios, haya decidido volver a su pueblo y montar un club de lectura al que, como después he sabido, se han apuntado dieciocho personas de ese censo de setenta es un milagro laico.
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