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Últimamente se ha pretendido asociar los discursos de odio a la valentía; pero en mi opinión, es mucho más cobarde odiar que querer. Querer es un verbo de significación múltiple, pero entre otras acepciones, querer es temer que a los seres amados les suceda algo, ... apartar esa amenaza difusa de los domingos por la tarde; querer es exponerse, es retirarle al corazón la protección solar y permitir que lo arrase la luz; querer es sentirse infeliz por primera vez, querer es temblar en un bar porque se revela de pronto la certeza de que la persona de la que acabas de enamorarte no te querrá nunca, querer es apartarse, querer es asomarse a un abismo, querer es, en definitiva, ofrecerse como diana. Odiar, sin embargo, es cobarde, porque no nos hace sufrir quien odiamos sino quien amamos. Hay que ser valiente para querer incluso sin esperanza, hasta que el único objeto de nuestro odio seamos, quizás, nosotros mismos.
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